«Hace mucho que no recibe carta del señor de Sándara.
¡Lo estimulaban tanto sus noticias!
… ¡Pobre Claudio! –
Cuántas veces se ha propuesto seguir firmemente otra conducta,
y, pese a mis esfuerzos por sostenerle,
su entusiasmo pronto decae y recrudecen sus estados de impaciencia.
A veces se lo ve abatido …
Aterra pensar en lo inconstantes que somos con nuestros propósitos;
el menor incidente de nuestra vida sirve para postergarlos,
resintiéndose sensiblemente la voluntad, que
debería mantenerse siempre activa.
¿Con qué secreta clave, hemos de contar
para poder conducirnos por el camino de la felicidad
sin tropiezos y
sin que factores tan secundarios demoren nuestros pasos? …
CBGP ([1])
Cuando el ser humano se mueve en procura de horizontes más amplios y promisorios para su porvenir, va instrumentando -a partir de sus inquietudes- anhelos o necesidades, múltiples propósitos. Y gracias a la acción de su voluntad, éstos irán jalonando las etapas de su vida en el cumplimiento de las metas establecidas.
Pero, a veces ocurre que, a pesar de que la concreción de estos propósitos hubiera resultado de particular relevancia para la vida de quien los concibió, no todos llegan a feliz culminación, interrumpiéndose así un proceso evolutivo necesario.
¿Qué ocurre? ¿No somos dueños de nuestra voluntad?
La voluntad, como fuerza síquica a nuestra disposición, es la que pone en marcha las determinaciones de la inteligencia constituyéndose en un valor inapreciable. Es la que puede llevar al ser humano al logro de aquellos objetivos concebidos para su vida.
Pero, no siempre la voluntad opera bajo nuestras legítimas determinaciones, las que hemos forjado conscientemente,
Mientras no seamos capaces de reconocer que, en toda mente, operan pensamientos que pueden interferir en nuestra vida mental, no podremos afirmar nuestro dominio volitivo. Podrán ser positivos o negativos, generados en nuestra propia mente o en otras y, según la calidad de estos pensamientos así serán los resultados que promueven
Muchas situaciones en las que hoy estamos inmersos, han sido fruto de nuestras opciones de ayer y que, seguramente en su momento, las habremos considerado como espontáneas. Pero, un día, nuestra percepción interna, nos lleva a cuestionarnos si efectivamente obedecieron a nuestra voluntad o si, en cambio, intercedió un motivo o pensamiento del cual no fuimos muy conscientes y cuya consecuencia nos ha llevado a cercenar espacios de libertad.
La verdadera libertad dependerá de la capacidad que tiene el ser de optar, ante cada circunstancia, con plena independencia de factores -tanto sean externos como internos- que lo obliguen o que lo limiten.
De ser así, tendremos que la actividad -conscientemente realizada- y la libertad se identifican. Las faltas, los errores cometidos, las opciones equivocadas, nos restan libertad.
Pensamientos que nos afligen, nos subyugan o nos dominan, escapando a nuestro control consciente, se pueden constituir en los verdaderos dictadores de nuestra voluntad, dejando atrás el libre arbitrio.
¿Cuáles son esos pensamientos?
Por ejemplo, pensamientos que nos llevan a la indecisión afectando la capacidad de discernir espontáneamente. La indecisión es como un laboreo de la razón que nunca termina de expedirse, dejando al ser imposibilitado de ejercer su libre arbitrio entorpeciendo las determinaciones a adoptar.
El pesimismo: está constituido por pensamientos “criminales” que interceden en nuestra actividad mental eliminando todo otro pensamiento que quiera concurrir en favor del ser, tendiendo de esta manera a anular el esfuerzo volitivo.
También debemos tener en cuenta otros inhibidores muy importantes de la acción voluntaria: los pensamientos de temor.
¿Temor a qué?
Los pensamientos de temor revisten la más variada y sutil gama. Si al momento de afrontar una opción está presente el temor, seguramente nuestra voluntad se verá oprimida.
Las opciones que podamos adoptar bajo estas circunstancias, con toda seguridad, nos quitarán porciones de libertad, pues el temor no permite el libre ejercicio de la voluntad.
De observaciones realizadas (tanto externas como internas, opinamos que no es fácil eliminar el temor cuando éste tiene arraigo desde la niñez.
Gran parte de la educación impartida oficialmente está basada en hacer o no hacer determinada cosa, ya sea por temor a Dios, al diablo o al castigo, inhibiendo así, desde la niñez, la reflexión inteligente. Lo que es peor aún, el temor inculcado se acostumbra a estar presente siempre en nuestra mente, pero, en un segundo plano, ya sea escondido o disimulado en la esfera mental, simulando ser, por ejemplo, un criterio de responsabilidad.
El temor oprime, deprime, aflige, entristece y envilece.
Otros pensamientos que subrogan la acción de nuestra voluntad afectando y, también comprometiendo con su actuación la vida síquica, moral y/o espiritual del ser son las deficiencias caracterológicas y las propensiones. Muchas veces al no reconocerlas como tales, ellas se interpretan como virtudes, quedando el ser bajo sus nefastas consecuencias. Reviste primordial importancia conocer los aportes que brinda en este sentido la ciencia logosófica.([2])
Debemos expresar que, para ser dueños de nuestras determinaciones voluntarias no basta con conocer la influencia que realizan estos habitantes mentales. Será necesario controlarlos y también, contar, con estímulos que activen nuestra voluntad.
De esta manera podremos ser auténticos gestores de aquellos propósitos que nos hemos establecido.
[1] -Carlos Bernardo González Pecotche – Cita de la novela psicodinámica “El Señor De Sándara”, pág. 322, 1ª edición (1959) -Imprenta López- Buenos Aires, Rep. Argentina. –
[2]– Ver: Carlos Bernardo González Pecotche – Deficiencias y Propensiones del Ser Humano-
Imprenta López – 1ª edición (1962) – Buenos Aires, Rep. Argentina. (pags. 11 y siguientes y
42 y siguientes).