Mantener la autoestima es un gran desafío de nuestros tiempos. En medio de un clima hostil, en todo momento, tenemos que poner a prueba nuestra capacidad de superar obstáculos, dificultades, debilidades para seguir adelante en la lucha cotidiana por la supervivencia. Esa a su vez es una tarea individual que no puede ser delegada a terceros. Solamente la persona es quien tiene que buscar estímulos en sí misma para mantener elevada su autoestima.
Muchas veces las dificultades de todo orden, los obstáculos y aún los reiterados golpes de la adversidad derrumban inevitablemente el ánimo. Para no dejarnos abatir, no desalentarnos y en ningún instante dejarnos llevar por la adversidad, ni buscar afuera lo que nos falta, esa es una tarea individual en la que cada uno debe buscar dentro de sí los recursos que ciertamente podrá encontrar a disposición. Levantarse por cuenta propia en esos instantes cruciales de abatimiento es lo que debemos intentar, dado que el triunfo personal es lo que robustece la firmeza de caminar con valor, sin arrodillarse ni mortificarse por esto y por aquello.
En el curso de nuestra vida, debemos aprender a recoger las perlas plenas de ventura y con ellas tejer el maravilloso collar de la vida. Es necesario evitar el impulso hacia los extremos, porque ellos comprometen la reflexión, que es el recurso más necesario en esos instantes en que nos sentimos sin fuerzas y debilitados. Procuremos ubicar los problemas dentro de la vida y no la vida dentro de un problema, porque la vida es mucho mayor que cualquier problema.
En el curso de la vida, tenemos mucho que aprender. Estamos en este planeta para aprender, aprender todo lo que está vinculado directa o indirectamente con la vida que nos fue brindada generosamente.
También el cuidado de nuestras necesidades físicas de supervivencia es factor de elevación de la autoestima. Que los gastos no excedan a los ingresos es algo que debemos perseguir con ahínco; aumentar el rendimiento, equilibrándo siempre; crear iniciativas para aumentar ese rendimiento; evitar gastos superfluos; gastar lo necesario. Podemos valernos de recursos internos para conquistar los recursos externos para la propia supervivencia y la de los seres queridos. Es preciso hacer uso inteligente de los conocimientos que tenemos y en caso que no los tengamos, ejercitar la gran oportunidad que nos fue dada de alcanzarlos.
En los momentos difíciles, es esencial tener tranquilidad y serenar la mente para encontrar las mejores soluciones, las más felices. La adquisición del conocimiento es el único bien que perdura en esta vida. Además, es fundamental aprender a recordar los momentos felices que vivimos, las cosas edificantes que nos acontecen en la vida. ¿Para qué? Para reunir fuerzas, canalizar energías y hacerlas retornar a nosotros. Lo negativo desgasta energías; lo positivo las retiene, sin que se gasten.
El bien es positivo, edificante y concentra energías. Recordar el bien recibido es hacernos merecedores del que mañana puede sernos ofrecido. ¿Somos agradecidos al bien que recibimos? ¿Cómo ser gratos al bien recibido? Recordando y practicando el bien.
¡Cuánto bien recibimos en esta vida! ¡Cuánto! Pero, muchas veces, olvidamos ese bien que recibimos, sufrimos las consecuencias de ello y sentimos, por esa actitud irreflexiva, tristeza y experimentamos pesimismo.
La vida es, en fin, una sucesión de hechos alegres, tristes, estimulantes y desagradables. Y es una ilusión pensar que con el pasar del tiempo, con la evolución, o con los esfuerzos de perfeccionamiento, las dificultades y las pruebas desaparecerán como por encanto. La vida es una lucha constante y lo que tenemos que aprender es a dejar un lugar para el dolor y para la tristeza y otro para la alegría y la felicidad, disfrutando a su tiempo de cada uno de de ellos.
No ceder al dolor ni a la tristeza el lugar que ocupa la alegría. A veces surge una alegría interior espontánea, porque sentimos, inexplicablemente, la sensación de que existimos, y esa alegría cede su lugar al dolor, ya que la tendencia de las personas es la de soportar el dolor y la tristeza en perjuicio de la alegría que debe tener también, su lugar.
¿Por qué tenemos que pasar por momentos difíciles a esta altura de la vida –se preguntan muchos- en que este tipo de asunto ya tendría que estar resuelto? ¿No sería esa oportunidad de sufrimiento un aprendizaje para tomar conciencia de la propia realidad y romper de una vez con algunas ilusiones y madurar, enriquecer la conciencia y cambiar de estado?
En la vida, las luchas del bien contra el mal ocurrirán hasta el fin de los tiempos, porque responde a una ley, la de evolución, ya que, para que avancemos, debemos continuar luchando y venciendo, superando esas limitaciones. Es en esos momentos difíciles y de prueba cuando aprendemos mucho. Es indispensable seguir en la lucha y probarnos a nosotros mismos que somos capaces de superar y vencer las debilidades, pasar por encima de esas adversidades que dificultan la marcha y no detenernos, dejando de lado el desánimo, la fragilidad. Proseguir luchando por aquello que consideramos noble, lícito y justo; nada habrá de apartarnos de aquello que nos agrada y nos hace bien y felices.
¿Cómo rescatar la alegría de vivir perdida o mejor dicho, olvidada en algún lugar de nuestra vida? Urge romper con esa pasividad, levantarse y seguir enfrentando con dignidad y con valor esa batalla en pro de la superación propia, sin que nada ni nadie nos haga caer en esa ascensión. Que exista en cada uno de nosotros esa perseverancia para continuar la marcha, sin que pesen los obstáculos ni las dificultades que se interpongan en nuestro camino.
Deje su comentario