En la portada del diario que cada uno escribe en el día a día, se imprimen titulares que anuncian páginas que tiñen de luces o de sombras al desenlace de nuestra existencia.
Tal es así que, entre los heraldos que comúnmente se conocen, hay algunos que merecen especial atención por parte del lector, ya que su persistencia en el ser puede marcar una tendencia en nuestras vidas.
Veamos. En primer lugar, una de las “Portadas de comienzo de semana” que puede leerse en algunas personas, es la siguiente: “¡¿Ya lunes?!…”
A menudo se observa, que el mero hecho de pensar en encarar el día lunes ya implica de antemano sentirse abrumados por esa aparente rutina que comienza ese día y termina al finalizar la semana.
Parecería inevitable dirigirse al cumplimiento de las obligaciones habituales de la semana ya rendido y sin otra posibilidad que el padecer la “monotonía” diaria (llámese trabajo, estudio, tareas hogareñas, obligaciones familiares, etc.). O sea una labor mecánica, sin otra expectativa que no fuera el esperar “el descanso reparador del fin de semana”.
Sin lugar a dudas, comenzar una semana bajo este posicionamiento mental inhibe y priva al ser de la fuente energética indispensable para mantener el entusiasmo de cada jornada. Quizás en este punto, el ser humano ha perdido de vista que las dificultades son inherentes a la vida misma y que luchar diariamente contra éstas requiere de la valentía necesaria para sortearlas con éxito.
En segundo lugar, también sabemos de otras “Portadas de fin de semana”, como la que se menciona a continuación: “¡Al fin viernes! o ¡Al fin sábado! …”
La misma suele expresarse al llegar ese día, a manera de presagio del comienzo de una especie de liberación de las cargas y presiones semanales, como el inicio del disfrute y el fin de un tránsito semanal lento, tortuoso, aburrido, rutinario, forzado.
No obstante, un desafío interesante es el de realizar el intento por transformar esas cargas o presiones -que encarnan problemas en sí- en situaciones a resolver, restándole ese contenido negativo inicial y convirtiéndolo en una invitación a la búsqueda de soluciones reales que implícitamente atraen pensamientos positivos para tal encomiable fin. Afrontar cada día nuestras acciones con entusiasmo y afecto, trae consigo el desarrollo de fuerzas internas poderosas que atenúan el cansancio y los demás pesares que puedan presentarse.
Vemos que aquí puede intervenir la razón para poner en acción a la conciencia y así partir de aquél inconveniente inicial hacia la invitación a escribir una nueva alternativa, que implique visualizar aspectos prometedores en nuestro horizonte.
Teniendo entonces como premisas a las anteriores “Portadas”, ¿por qué no plantear una Portada alternativa?; lo cual nos conduce a pensar en un nuevo titular que nos invita a hacernos la siguiente pregunta como elemento disparador: ¿Y si transformamos al lunes en viernes o sábado?
En ese sentido, traemos a colación la siguiente historia, de un joven estudiante que se aprestaba a presenciar una clase de viernes por la noche.
Al iniciarse la clase, la docente encargada del curso les manifiesta a sus estudiantes sentirse cansada por el trajín de la semana y con pocas ganas de llevar adelante esa clase, máxime que en el ocaso del viernes se aproxima justamente el tan ansiado descanso semanal.
Asimismo, pregunta a sus estudiantes si sentían lo mismo que ella, manifestando que observó en sus rostros signos de cansancio; ante lo cual la mayoría de ellos respondió afirmativamente.
Sin embargo, al percatarse de que uno de los estudiantes no respondió a su pregunta, se dirige a él reiterándole la interrogante inicial.
El mismo, serenamente, respondió estar dispuesto a presenciar la clase y no sentirse cansado por el trasiego de la semana.
Ante ello, la docente le manifiesta no comprender por qué si todos se sentían agotados y desganados por ser viernes, él era el único que no compartía lo mismo que el grupo.
El estudiante explicó que ningún día de la semana significa un padecimiento para él y que generalmente no asume días, actividades u obligaciones con desgano, sino que lo hace con predisposición y actitud positiva que le posibilitan avanzar y ser feliz en la vida.
Asimismo, observando el estudiante los gestos de incredulidad de la docente y algunos estudiantes, dio por finalizada su aclaración e internamente se contentó igualmente por brindar una tendencia diferente y con anhelo de que tal vez, alguno de los presentes en dicha clase lograse reflexionar y comprender que existe una opción a muchos pesares que aquejan a la humanidad.
Y partiendo de la situación concreta de la historia, quizás una alternativa valiosa sea transformar a tiempo esa imagen tortuosa del lunes en la imagen esperanzadora y revitalizante del viernes a la noche.
A los efectos de cristalizar la transformación de un estado anímico como el que se describe, es menester crear estímulos que nos permitan encarar la semana de una manera diferente, alentadora, con energía movilizadora de cosas buenas y productivas. Para lograr esa creación efectiva, es necesario poner en acción la facultad de pensar[1].
De esta manera, los pensamientos negativos[2] de la víspera del lunes irán desapareciendo paulatinamente para dar paso a la marcha triunfante de pensamientos positivos afines, que permitan al ser humano ser consciente de la necesaria valoración de que cada paso que damos en el día a día es una concreción progresiva de logros en torno a las metas que podamos trazarnos.
Véase entonces la importancia capital de la presencia de los estímulos, los cuales actúan sobre la voluntad del individuo y su inteligencia, permitiéndole transitar los días de manera más segura y próspera.
Así pues, ser cada vez más consciente de que todos los días nos aportan aspectos aleccionadores para ser cada día mejor, nos permitirá también tener presente que los días disfrutables no tienen un nombre identificatorio.
Por lo tanto, si logramos realizar este giro conceptual e invertimos la perspectiva, quizás la fatal diferencia entre el lunes y el viernes o sábado ya no tenga razón de ser.
En fin…los heraldos ya no serán oscuros, sino esperanzadores.
[1] En consonancia, se ha expresado lo siguiente: “…hacer buen uso de la facultad de pensar, ya que sabido es que quien no piensa, lejos está de movilizar sus pensamientos y su voluntad en la elaboración de alicientes que tornen más benigno el proceso de su existencia” (Deficiencias y Propensiones del ser humano, de Carlos B. González Pecotche, 1ª ed. Imprenta López, 1962 –Bs. Aires, pág. 40).
[2] Al referirse a los pensamientos de mal carácter, la literatura logosófica expresa: “Tales pensamientos, aunque actúan dentro de la mente, no lo hacen bajo la dirección de la razón, esto es, de la mente hecha conciencia” (Introducción al Conocimiento Logosófico, Carlos B. González Pecotche (Raumsol), 1ª ed.Talleres Gráficos Monteverde y Cia . Montevideo, -1951-.pág. 331).