¿Nos conocemos a nosotros mismos? Si es así, ¿actuamos en consecuencia? ¿Podemos distinguir cuando tomamos decisiones que queremos o cuando somos llevamos por algún pensamiento? En este capítulo intercambiamos sobre el conocimiento de uno mismo, realmente aplicado mas allá de una simple contemplación.
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El hombre no se sirve sino en forma parcial, del conocimiento que posee y que constituye su haber. Estas observaciones adquieren relieves más destacados si nos detenemos en las posibilidades que existen latentes en el hombre, si cotejamos lo que cada uno hace, con lo que podría realizar si se sirviera inteligentemente de las prerrogativas que le otorgan las facultades con que la naturaleza lo ha dotado. Escuchamos frecuentemente decir: «Hago lo que puedo», y, sin embargo, este «hago lo que puedo» está muy lejos de ser una afirmación exacta.
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A duras penas entendí (tengo más de 3 mil libros, sin contar los que ya he leído) que, en cualquier ciencia leer extensivamente puede tornar a alguien en un erudito, pero solamente el contacto con la realidad transforma la teoría en conocimiento y permite al ser obtener el saber.
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Gonzalez Pecotche nació en Buenos Aires en 1901 y vivió hasta 1963. Desde muy joven su espiritu inquieto lo movió a buscar e investigar todo lo concerniente a la vida y destino del hombre con relación al futuro de la humanidad. Le preocupaba con profundidad el rumbo que estaba tomando el mundo, la decadencia moral, la incomprensión humana que llevaba a las guerras y la gran desorientación espiritual que ninguna doctrina filosófica, religiosa ni científica lograba encauzar.
Los milenarios interrogantes filosóficos, de dónde venimos, para qué estamos y a dónde vamos, estaban lejos de ser respondidos con elementos que indicaran un rumbo sensato y firme, lejos de darnos un punto de apoyo que la razón y la sensibilidad pudieran usar para elevar la conducta y la moral, forjando de esa forma una humanidad más responsable y feliz.
Luego de profundas observaciones e investigaciones en la naturaleza humana, sus condiciones y posibilidades mentales, morales y espirituales, halla las claves por sí mismo, valido de su propia herencia espiritual y saber. Encuentra la veta de conocimientos fecundos, potentes, que habían sido orillados pero pasado por alto por los pensadores antiguos y modernos. Nace así una nueva concepción del hombre, del universo y de las leyes que rigen todos los procesos inteligentes de la creación.
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