Muchas veces pensamos que estamos gobernando nuestra propia vida, todas las cosas que hacemos y decimos, pero, sin embargo, lo cierto es que frecuentemente esas acciones son guiadas por pensamientos o deficiencias que escapan a nuestro control y gobierno, y entonces a veces nos arrepentimos de haber realizado tal o cual cosa.
Logosofía señala la importancia de los pensamientos como agentes causales de la conducta humana, y señala también entre sus muchas otras propiedades, las reproductivas y de contagio. Un ejemplo claro en que podemos observar un pensamiento y cómo hace para moverse de una mente a otra es cuando estamos esperando por el médico y un ser se queja porque está demorando mucho. Ahí, todos quienes escuchan y no tienen cómo defenderse de ese pensamiento, comienzan a quejarse también o a tener pensamientos relacionados al de queja como la impaciencia. Fue ahí, en ese preciso momento, en que el pensamiento que tenía uno, viajó a las demás mentes y produjo el contagio.
Esta es una realidad inobjetable, que pude conocer con la ayuda de esta disciplina. De esta manera pude empezar a conocer los pensamientos que habitan mi mente y aprender a clasificarlos, por ejemplo, en propios o ajenos, en positivos o negativos.
Una deficiencia es un pensamiento negativo enquistado en la mente. Un ejemplo podría ser cuando sabemos que tenemos que hacer algo, pero no lo hacemos hasta que es realmente necesario, como, por ejemplo, hacer la tarea o estudiar para un parcial. Esto, vuelto característica del ser, se transforma en falta de voluntad.
Cuando uno empieza a aplicar estos conocimientos en sí mismo, unido al esfuerzo y la constancia, puede empezar a seleccionar pensamientos para quedarse con los útiles para sus objetivos de vida y crear nuevos que sirvan al mismo fin, mientras trabaja para que las deficiencias pierdan fuerza y nazcan en su lugar virtudes.
¿Pero cómo?
Mi intención no es dar una guía paso a paso de cómo hacer, porque cada ser es diferente y tiene sus pensamientos, virtudes y deficiencias, esta ciencia además por su misma profundidad, rechaza a todos los pensamientos facilistas en forma de recetas. El primer paso que yo tuve que dar para comenzar a perfeccionarme y poder derrotar al menos parcialmente algunas deficiencias, fue conocer la realidad que mencionaba anteriormente que pude ir viendo a la luz de los conocimientos de esta ciencia, lo que no estaba pudiendo ver sin ella.
Me di cuenta de que somos seres en evolución, de que tenemos que cambiar. El dicho popular «genio y figura hasta la sepultura» que sugiere que los seres nacen y mueren siendo los mismos es incorrecto; si fuera verdad, nos moriríamos sin saber hablar ni caminar. Por lo que eso de “es que yo soy así”, como justificativo para poder tomarse un atrevimiento, no es saludable. Uno debe ser capaz de darse cuenta que está por obrar mal e intentar rectificar su conducta para evitar ese mal.
En mi experiencia, a medida que uno va evolucionando hacia un ideal de perfeccionamiento, va tomando más control sobre su vida, la va gobernando cada día más, y eso es muy estimulante, llena al ser de profunda alegría. A su vez, quienes nos rodean se dan cuenta de los cambios positivos que uno va teniendo y hasta ellos, por efecto colateral a nuestros cambios, van adoptando otras conductas también, quedando por resultado que no solo cambiemos nosotros, sino también, algunos de los seres que nos rodean. Precisamente, este es uno de los objetivos de la Logosofía: la superación humana.
Quisiera destacar que para mí este cambio que hacemos al tomar control sobre nuestros pensamientos, lejos de limitar nuestra libertad, nos hace más libres, porque no hace que seamos menos de lo que somos, sino que cada día somos más “nosotros” que antes, porque hacemos las cosas que nosotros queremos (en lugar de lo que algunos pensamientos quieren), ya no nos arrepentimos de nuestros actos y somos cada día más felices. Por primera vez, tomamos las riendas de nuestra propia vida y contamos con conocimientos para construirnos un destino mejor, ayudando a que otros seres puedan conectarse a la misma fuente para transitar su camino de superación integral individual.
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