Indudablemente el mundo moderno ha traído adelantos tecnológicos extraordinarios, de los cuales todos disfrutamos en mayor o menor medida. Pero también se están produciendo dramáticos cambios en las costumbres, en las modalidades, y en las conductas de muchísimas personas. Se observa entonces un aumento progresivo del número de familias con dificultades de comunicación, de interrelación. Estos problemas de comunicación, han creado una gran paradoja, ya que viviendo en la llamada era de la comunicación, podemos estar sentados frente a nuestra computadora comunicándonos al mismo tiempo con Europa, Australia, con EEUU, y sin embargo muchas veces no podemos comunicarnos con nuestro hijo que lo tenemos en nuestro mismo hogar.
El haber detectado esta realidad, nos llevó hace unos años a un grupo de docentes de nuestro Liceo Logosófico, a trabajar con el tema de la comunicación. Ante la pregunta de si consideran que los puentes que clásicamente transitábamos siguen presentes:
- Muchos padres plantearon que pensaban que los puentes de comunicación, ya no sirven o que ya no están.
- Otros padres nos transmitieron que tienen firmes evidencias de que esos puentes están presentes, y siguen muy firmes.
- Otros padres reflejaron dificultades para transitar esos puentes con unos hijos, mientras que con otros no.
Ante una segunda pregunta sobre lo que más valoramos, pudimos observar, que todos los padres le adjudicaron un valor fundamental a los siguientes puntos:
- Amar la vida como el don más preciado.
- La importancia de labrarse un buen concepto.
- Darle a la vida un contenido humano y trascendente.
- El amor a la familia
- El valor del respeto. El valor de la palabra. El valor de la honestidad. El valor del Afecto. La amistad. La alegría.
O sea que en lo conceptual estuvimos y estamos todos de acuerdo; el punto es que algunas personas tienen más facilidad en conseguir resultados que otros. Algunas personas se sienten bien consigo mismas, y este será el estado natural de muchos de los que estamos acá presentes. Pero para otros, no es sencillo ni natural conseguir ese estado, sino que constituye una constante lucha. Es muy importante entonces, sentirse bien con uno mismo. ¿Cómo se consigue eso?
Para empezar a sentirnos bien con nosotros mismos, tendríamos que tener bien firme un primer puente de comunicación que debe estar tendido hacia nuestro interior. Ese puente debe estar cargado de afecto, de confianza, de respeto, de recuerdos de sanos objetivos cumplidos, de proyectos, de esperanza. Es un puente fundamental para que otros puentes funcionen saludablemente. Si no nos queremos, si no nos apreciamos, si no tenemos un buen concepto de nosotros mismos, si nos estamos reprochando constantemente nuestras acciones, se hace muy difícil alcanzar el equilibrio, la paz y la armonía interior, tan necesarios para la convivencia.
Surge entonces un primer interrogante: ¿Qué es el mundo interior? ¿Cómo está constituido? ¿Hemos percibido si hay vida ahí? Observen que el hombre viaja a la Luna, viaja a Marte, para saber si existen las más rudimentarias formas de vida allí, y al mismo tiempo desconoce como funciona del Universo que tiene dentro de sí mismo.
Sabiendo que:
“Ese mundo interno se torna en paraíso cuando se lo sabe cuidar y proteger de toda intromisión extraña, y en infierno, si faltando a las normas que impone la discreción, se lo deja expuesto a la curiosidad ajena.»
Cuando los padres y alumnos en esa encuesta, nos destacaban como valores esenciales para la vida, los que señalábamos, seguramente estaban recibiendo mensajes de ese mundo interior. Porque es justamente en ese mundo interno donde, mediante su cultivo, cobran vida los sentimientos superiores, los valores de esencia eterna y todas aquellas condiciones que nos llevan a actuar de una forma íntegra, digna y elevada.
Los puentes de comunicación tienen que estar tendidos también hacia nuestro exterior. Hacia ese mundo que se proyecta fuera de nosotros mismos en las relaciones con nuestros semejantes y en los contactos con los hechos y las cosas que nos rodean. ¿Cómo lo ven Uds. a ese mundo exterior? ¿Cómo la vemos a nuestra civilización? La seguimos viendo como en el siglo pasado la veía Santos Discépolo: ¡Con un despliegue de maldad insolente que no hay quién lo niegue! Cada uno tendrá su juicio, hará o habrá hecho su análisis, tendrá su grado de percepción; pero tal parece que nuestro siglo XXI seguirá tan problemático y quizá más febril que el siglo XX, a no ser que hagamos algo para evitarlo.
¿Está formando nuestra sociedad seres humanos mejores? El Dr. Valentín Fuster, eminente cardiólogo y pensador contemporáneo, ha bautizado a este fin de siglo con gran acierto, como la época de “la gran paradoja”, ya que asistimos a un extraordinario desarrollo científico y de los medios tecnológicos de comunicación por una lado y por otro una catástrofe social, con una pérdida de fuerza en los valores éticos, morales, familiares, espirituales y de responsabilidad.
Los medios de comunicación audiovisuales que forman parte de ese adelanto tecnológico, y que bien usados constituyen un instrumento formidable para la educación de nuestra población, se vuelven en muchos casos un poderoso enemigo para la salud de los jóvenes, de las familias y de la sociedad. Y aún, muchas veces contribuyen a destruir los puentes de comunicación naturales, afectivos, humanos. Ello genera malas costumbres, las que fácilmente se propagan, los gustos se corrompen y la mente de los más indefensos se deforma.
Observamos cada vez con mayor frecuencia la emisión de programas que empobrecen y vulgarizan nuestro lenguaje, que fomentan la exhibición de la vida íntima, que promueven la despreocupación sobre la conducta personal. Se promociona en forma frecuente el consumo de alcohol, se fomenta la compra de bienes materiales, se estimulan los actos sexuales. Los puentes de comunicación humana se deterioran y se destruyen, y lo más grave, es que pueden afectarse los vínculos con los seres que más queremos. Es en las grandes ciudades donde la exposición es mayor, por su ritmo intenso, distante y anónimo. Las temáticas se vuelven superficiales y se orientan en general a “cuestiones del momento”, carentes de contenido emocional trascendente, y que no logran promover lazos de real comunicación y menos aún de afectividad. De manera que nuestros niños, nuestros adolescentes y nosotros mismos, estamos expuestos, a estos nuevos escenarios de inconsistencia y contradicciones.
Diferentes pensamientos y corrientes mentales han logrado lenta y progresivamente imponer en nuestra sociedad, conductas y modalidades que deterioran los puentes naturales de comunicación humana. Veamos algunas de las consecuencias de estos cambios sociales que nos están dificultando el tendido de estos puentes y especialmente su perdurabilidad:
- Debilitamiento del concepto de familia.
- Disminución y en algunos casos hasta una pérdida de la valorización del consejo del adulto.
- La valoración desproporcionada del placer, del ser físico y del consumo.
- La falta de metas, valores e ideales que den sentido a la vida y nos marquen propósitos y objetivos a alcanzar.
- Pérdida de incentivos en la lucha por superar sus condiciones, con un marcado desequilibrio entre los reclamos que se realizan por los derechos humanos, y los esfuerzos propios por conquistar los valores humanos.
Estas corrientes de pensamiento, nos impactarán también a nosotros, los adultos en mayor o menor grado, según la firmeza que tengamos sobre determinados conceptos, y según cuán sólida esté nuestra propia escala de valores. Muchas veces vemos a personas que tratando de desarrollar sus actividades con un claro sentido ético, llegan a veces a dudar de sus principios, frente al embate de pensamientos, ideas y modalidades, que pretenden arrastrar al hombre y a la humanidad hacia los niveles más bajos.
Todo este panorama nos debe hacer reflexionar que estamos en plena confrontación con estas corrientes de pensamiento. Tendríamos entonces que preguntarnos que estamos haciendo cada uno de nosotros, en nuestra medida, para defender el bien. A no ser que hayamos bajado la guardia, por falta de armas o recursos, y que estemos aceptando como lo aceptan ya miles de personas, que nadie puede decir, que es lo que está bien o que es lo que está mal. Y la prueba de que estamos en plena confrontación de pensamientos lo da el hecho comprobable que se ha instalado en nuestra sociedad una serie de pseudo conceptos. Es así como vemos y escuchamos que:
- A la indiscreción y la curiosidad… se le pase a llamar:… estar actualizado
- Al bombardeo con las más crudas imágenes de violencia y sexo… «tener que conocer la realidad.
- A la invasión de la intimidad… el derecho a informar.
- A la infidelidad se le llame… tener una aventura.
- A la mala educación y al capricho se le llame… tener personalidad
- A la deshonestidad se le llame… ser rápido para los negocios
- Al lenguaje vulgar, soez y chabacano se llame… “expresiones populares”
- el cuidado de su propio concepto se le llame… importarle mucho el que dirán
- A la caballerosidad y las normas de urbanidad y gentileza…“eso ya fue”
¿O estaremos perdiendo la capacidad de llamar las cosas por su verdadero nombre? José Pedro Varela, señalaba que había que educar al niño y conquistar al hombre para la libertad y la justicia, para la virtud y para el bien. Se observa una lucha apasionada por la libertad y la justicia, pero de la virtud y del bien poco se habla. Ejemplos de haber perdido el equilibrio entre estos cuatro valores, los tenemos a la vista, cuando escuchamos que el virtuoso… es un aburrido, y el bueno…es un tonto. ¡Cómo cuesta defender el bien! El bien no tiene marketing.
Estos pseudo conceptos, están pasando a ocupar el vacío que están dejando los verdaderos conceptos. Por esto la Logosofía promueve como uno de sus más importantes propósitos: el de volver al hombre hacia la pureza de los conceptos. Como lo afirma González Pecotche en uno de los textos más memorables de Logosofía, Introducción al Conocimiento Logosófico:
“Los conceptos formaron siempre las verdaderas reservas morales de la humanidad. Sustentados en ellos, los hombres pueden vivir en paz e inspirarse mutua confianza; todo lo contrario cuando los conceptos son alterados: sobreviene la confusión y el caos, ya sea en el ambiente mental del mundo, ya en el de los pueblos en los que acontecen tales alteraciones.»
O sea que se deterioran los puentes de comunicación humana.
Este es el escenario del mundo que nos ha tocado vivir, con sus ventajas, y sus desventajas, con sus virtudes y con sus defectos. Y es en este contexto social, que debemos desarrollarnos, vivir, interactuar, y debemos construir nuestros puentes de comunicación humana, con nosotros mismos, con nuestros seres queridos, con la sociedad. Sin colocarlos en una posición de eruditos de moral, pero trasmitir valores de una forma natural y más que trasmitirlos, hacerlos notar a través del ejemplo y de la conducta diaria, porque el ejemplo habla luego con más elocuencia que las palabras.
Es imperativo entonces volver a encontrar el equilibrio entre la formación académica y la formación ética de nuestros educandos. Lo más importante dentro de las prioridades educativas, es nuestra formación como seres humanos, como personas íntegras, antes que como profesionales, o técnicos o individuos aptos para el trabajo. Es por ello que en los institutos logosóficos se insiste tanto en este aspecto de la formación ética. Porque solo así conseguiremos mantener y defender esos lazos de comunicación que formaron siempre el entendimiento entre las personas, y las sociedades.
Ya hemos delineado algunos aspectos de suma importancia, que la Logosofía nos ofrece para la formación ética del individuo. ¿Qué otros elementos nos ofrecen la Logosofía para construir esos puentes de comunicación humana? Empezaremos entonces por el principio.
¿Qué es la Logosofía?
La logosofía es una ciencia que descubre profundos conocimientos sobre los valores humanos y su utilización práctica: valores morales, valores espirituales, valores de la inteligencia, valores de la sensibilidad. Los descubre, promoviendo y estimulando además su conquista. Nos presenta una nueva concepción del hombre y del Universo. Esta concepción presenta una nueva línea de conocimientos, una doctrina, un método y una técnica que le son eminentemente propios. Establece como una de las condiciones imprescindibles para su estudio la verificación y la experimentación de sus principios en la propia vida. La vida misma es el campo experimental, de ahí que adquiera el carácter de ciencia humana y experimental.
Su autor es el pensador y educador argentino Carlos B. González Pecotche, también conocido con el pseudónimo literario de Raumsol, quién ha creado esta ciencia en 1930, y ha plasmado su pensamiento en numerosos libros, revistas, cientos de conferencias y clases, muchas de ellas inéditas. La Cátedra Logosófica nos indica que:
“El conocimiento amplía la vida. Conocer es vivir una realidad que la ignorancia impide disfrutar»
¿Cuáles son esos conocimientos?
- El conocimiento de nuestro mundo mental, del mundo trascendente
- El conocimiento de nuestro mundo sensible
- El conocimiento de la naturaleza espiritual y de la naturaleza instintiva que habita en cada ser
- El conocimiento de las leyes universales, indispensable para ajustar la vida a sus sabios principios.
Conoceremos como está compuesto nuestro sistema mental y cuales son sus facultades:
Logosofía nos ofrece la llave para conocer de una vez por todas el mundo de los pensamientos, cómo nacen, cómo viven, como se mueven los pensamientos que alberga nuestra mente. Muchos desencuentros que tenemos con nosotros mismos, o tenemos con los seres queridos, son porque permitimos que un pensamiento actúe sin control por un tiempo determinado. Observen Uds. que el ser humano está acostumbrado a elegir sus compañías en su vida de relación. También elige su vestimenta. Elige su alimento. Pero en la vida interna, a veces no seleccionamos la compañía, y permitimos que dominen nuestra mente, pensamientos de queja, de pesimismo, de desgano, ofuscación, de irritación, de indiferencia, de odio.
Conoceremos también como está compuesto nuestro extraordinario sistema sensible:
El conocimiento de nuestro sistema sensible comprende el estudio de las facultades sensibles, como la facultad de amar, la de sentir, la de sufrir, pero abarca también el conocimiento y el cultivo de los sentimientos, factor imprescindible para que construyamos puentes de comunicación humana. Esto es de una importancia vital para nuestra existencia, ya que es nuestra sensibilidad la que nos permitirá cultivar sentimientos, cultivar virtudes, establecer los lazos más profundos y más firmes con otros seres; esos lazos afectivos que nos caracterizarán como seres humanos. La Logosofía genera optimismo y confianza en el estudiante en cuanto a las concreciones que puede alcanzar en el desarrollo de sus capacidades mentales, sensibles y espirituales, de las que ha sido dotado por el Creador.
Conoceremos también importancia de reconocer viejos enemigos de nuestra verdadera felicidad:
O sea: “las reacciones incontroladas del instinto”. Muchas veces la causa del desencuentro con un ser querido es una deficiencia psicológica. Logosofía las llama, deficiencias caracterológicas, las analiza, las clasifica y las presenta en un libro llamado, “Deficiencias y Propensiones del ser humano.”
¿Qué es una deficiencia caracterológica? “Logosofía llama así al pensamiento negativo que, enquistado en la mente, ejerce fuerte presión sobre la voluntad del individuo induciéndolo de continuo a satisfacer su apetito psíquico. Es el pensamiento típicamente dominante u obsesivo que, al par que cumple una función totalmente perjudicial, tiene tanta influencia en la vida del ser humano y se evidencia de tal manera, que éste es apodado por sus semejantes con el nombre del pensamiento-deficiencia que lo caracteriza.
Es así como en unos casos el sujeto es llamado vanidoso, rencoroso, egoísta, terco, intolerante, y, en otros, engreído, hipócrita, obstinado, necio, etc. Lo curioso es que su poseedor permanece por lo general al margen de ello, tal vez debido a que quienes lo identifican con el defecto que padece no se lo dicen por tratarse de un secreto que gustan compartir a sus espaldas.”
Todas las deficiencias dificultan, entorpecen, hacen más difícil la comunicación humana, por eso se afirma que:
«las deficiencias psicológicas son la causa de la infelicidad humana»
Indudablemente todos queremos ser felices, pero no resulta fácil para muchos seres alcanzar esa tan ansiada felicidad. ¿No nos comportamos muchas veces como que la felicidad no alcanza para todos? Como que para alcanzarla tengo que quitarle una porción al vecino.
Cuántas personas viven pensando que la felicidad es algo extraordinario, que está siempre allá muy lejos, y que debemos encontrarla en forma de un gran lingote de oro, o un gran viaje, sin advertir que la encontraremos en las pequeñas cosas que nos rodean en nuestro diario vivir.
Logosofía promueve como decíamos, el cultivo de virtudes, ya que las virtudes son fuerzas que crean el verdadero estimulo de la vida; son ellas las que nos fortifican en los momentos difíciles de la vida. La gratitud, la generosidad, la serenidad, la mesura al emitir los juicios, la sensatez, la prudencia, el gusto por el saber, el gusto por hacer el bien, así como por extender ese bien a los demás.
En fin todos esos valores que nos distinguen como un ser humano, que nos enaltecen. Que nos hacen sentir realmente dignos representantes de la divina creación. Están analizadas en ese texto también las virtudes que hay que cultivar y desarrollar y que nos servirán como antídoto para las deficiencias. Todo esto se estudia en esta Institución, se practica además en un ambiente de afecto, respeto y consideración. Por eso que la Logosofía se conoce también como la ciencia del afecto.
Otro valor fundamental que eleva las calidades del ser humano y fortalece esos puentes de comunicación humana, es el respeto. El respeto es para la Logosofía un principio ético superior. El afecto y el respeto forman el equilibrio entre el pensar y el sentir humano. Ese equilibrio entre afecto y respeto propicia el trato considerado con el semejante, incluso, en ocasiones, más allá de lo que éste pueda merecer.
Cuántos vínculos se lesionan por no saber callar a tiempo; cuántas veces quisiéramos ir en buscar de algunas palabras para volverlas a nuestra boca, pero una vez que salieron.,. Qué importante es entonces conocer el valor de la palabra. La palabra debe ser el fiel exponente de la dignidad que cada cual haya alcanzado. Otras veces, los vínculos se afectan por la crítica cruel e inoportuna. Aprenderemos a ejercer la crítica desde una perspectiva sana, superior y constructiva.
Quizá a esta altura de la disertación, alguno de Uds. estará pensando: que lindo sería el mundo así, ¡que fácil sería relacionarnos, comunicarnos con seres así! Otros pensarán: lo que se está proponiendo me parece algo ilusorio, impracticable, en un mundo tan convulsionado y tan competitivo como el que vivimos. Quizá otro pensará, es muy difícil de alcanzarlo, y más a mi edad. Yo también me hice estas y otras preguntas cuando hace 15 años concurrí por primera vez a esta Institución, y escuché hablar de temas que nunca había oído. Esa noche pensé: acá voy a venir. ¿Y saben una cosa?, estuve dos años para volver. Por los prejuicios, por las creencias, por los temores. Por la inercia de ese mundo exterior tan inconsistente y tan contradictorio, pero que sin embargo, tanto nos seduce, nos devora nuestro el tiempo.
Después de haber venido la primera vez y haber quedado gratamente impactado por la propuesta, ¿saben que hice? Empecé a preguntar, a los de afuera. Se imaginan lo variado de las respuestas que obtuve: son muy serios; son gente muy conservadora; me parece que son una secta; son gente muy bien, ojalá yo tuviera tiempo para estudiar allí, etc.
Un cúmulo de opiniones con variados grados de desinformación me impidió volver a traspasar esa puerta por dos años. Por suerte mis niñas venían a la Escuela Logosófica y pude conocer maestras, docentes y padres, todos estudiantes de Logosofía, y pude observar que unos eran alegres, y otros más serios; unos expresivos y otros no, pero todos ellos me impresionaron, por algunas condiciones y virtudes de destaque. Eran personas respetuosas, discretas, sensatas. Ello hizo que perdieran fuerza los temores que había acumulado por escuchar opiniones de personas quizá bien intencionadas pero completamente desinformadas y me decidiera comenzar a estudiar esta extraordinaria ciencia.
Uds. ahora, quince años después, quizá no tendrán tantas dificultades, porque ahora tienen una página web de la Fundación, pueden consultar los libros logosóficos, pueden consultar esta misma conferencia, y podrán decidir con más elementos reales. Si deciden volver, las puertas estarán abiertas, si deciden no volver, igual sabrán que existe un lugar donde se cultiva la bondad y la paciencia. Un lugar que es diferente a todos lo que existen en el mundo. Un lugar donde se viene a buscar la paz del espíritu y nunca a agitarla, en síntesis, un oasis de paz en medio de tanta turbulencia.
Como habrán visto en la entrada de nuestra institución en 8 de Octubre dice: Fundación Logosófica – En pro de la superación humana-. Nos recuerda que es esa una de las tareas más importantes de la vida: la superación. Ese camino hacia la superación, está dirigido por un método y nos va determinando la realización de un proceso, llamado proceso de evolución consciente. El proceso de evolución consciente se convierte en un plan que cada uno va ajustando según sus propias posibilidades.
Este proceso de superación implica que cada uno tratará de ser mejor que uno mismo, y no mejor que los demás. Este camino de superación no implica como pueda pensarse incorrectamente, formar seres perfectos, sino seres que luchan en busca de su superación.
Una vez que se comienza a transitar por ese camino, tendremos la convicción de que es posible tender esos puentes de comunicación humana, de que es necesario hacerlo, que es bueno hacerlo. Ello nos hará más agradable la vida. Será una labor generosa, que surgirá en forma natural y lo que es más importante aún, será una labor consciente, mediante la aplicación de un método original que la Logosofía nos presenta para alcanzar esos inestimables fines que tanto embellecerán la vida y la llenarán de felicidad.
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