Luego de años de interrumpida relación, por haberse acogido a la jubilación quien esto escribe, tuve la fortuna de reencontrarme con un distinguido y apreciado colega de la Educación Secundaria.
Siempre lleno de elevadas preocupaciones pedagógicas, enseguida hizo girar la conversación hacia la problemática de la juventud actual y sobre cuánto podría aportar la enseñanza media para darle orientación y cauces a su conducta. Y así me permitió vivir una experiencia muy interesante, porque hizo que mi reflexión volviese al pasado, reviviendo episodios que fijados en el recuerdo consciente por su carácter aleccionador, hicieron posible una profundización de su significado.
Sabedor de mis estudios logosóficos, sus inquietudes se orientaron claramente a las respuestas que desde esa fuente, podrían darse respecto del tema enunciado.
Comencé por decirle que no me tomara por vocero de la Logosofía, porque ella se expresa por las múltiples obras de su autor, el pensador argentino González Pecotche, pero con gusto le plantearía dichas respuestas, a mi modesto nivel. Y que, obviamente, ellas estarían referidas a mi actuación en el Liceo Logosófico, por diecisiete años, en el doble carácter de Director y profesor.
Luego quise expresarle mi total coincidencia con él, en que es en la etapa liceal cuando el adolescente se ve asediado más intensamente por múltiples factores, a los cuales reconoceremos llamándoles la “falacia del mundo” (corrientes mentales extremistas, relajamiento moral por la corrupción, también las inducciones negativas provenientes de la TV, de ciertos espectáculos públicos, la drogadicción, etc.)
Estas realidades generan la preocupación de ir más allá de la necesaria e imprescindible ilustración que brindan las asignaturas tradicionales. Al respecto, quiero expresarle –continué diciéndole al amable colega- que es parte importante de la pedagogía que se ensaya en los centros educativos logosóficos, la preparación conceptual para la vida. En tal sentido, los esfuerzos se encaminan para que la pedagogía y la didáctica no queden desconectadas del pensar y del sentir del adolescente, es decir, de su “entidad consciente”.
Es así como se va creando, tempranamente, la capacidad de ver y apreciar en la vida una hermosa oportunidad de superarse, para que de ella surjan estímulos positivos; también así el adolescente podrá conducirse constructivamente en los medios en que actúa, comprendiendo que según él trate a la vida, la vida lo tratará a él.
Permítame agregar, -le manifesté al estimado colega-, que previendo su sincero interés por el tema, que hay profusa bibliografía sobre el método logosófico de evolución consciente, sobre el cual no nos podemos explayar por razones obvias. (C.B.González Pecotche: Curso de Iniciación Logosófica, páginas 15, 51 y 57).
Con todo, agregaré que la pedagogía logosófica orienta hacia el aprendizaje del control sobre la conducta personal y, asimismo, a reducir o atenuar el número de deficiencias propias del carácter personal.
Agregué finalmente: -también se apoya en el estudio y análisis de las diferentes experiencias del diario vivir, pero esto se hace con la óptica que otorga lo que la Logosofía denomina “el principio consciente”, vale decir, el conocimiento de la mente y los pensamientos, con lo cual, desde edad temprana –como sugerimos anteriormente- se lleva al educando a comprender gradualmente el mundo causal de la conducta humana.
( C.B.González Pecotche: «Logosofía. Ciencia y Método». Lecciones II, III, IV, V y VI)
Al dar por finalizado el encuentro, en cuyo desarrollo nuestro colega vertió sólidos conceptos elaborados en su larga trayectoria docente, advertimos ambos haber protagonizado un diálogo serio y respetuoso, durante el cual cada uno pudo expresar abierta y libremente sus propias ideas.
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