Rodó y Vaz Ferreira
Por Celia Testa (Celtes)
José Enrique Rodó (1872-1917) pensador uruguayo, escribió “El que Vendrá” en la que preveía un nuevo ideal para la humanidad. Decía:
“…en nuestro pensamiento hay muchas ansias a las que nadie ha dado forma, muchas inquietudes para las que todavía no se ha inventado un nombre: … Yo no tengo de ti sino una imagen vaga y misteriosa, pero sé que vendrás… El vacío de nuestras almas sólo puede ser llenado por un grande amor, por un grande entusiasmo y ese amor sólo pueden serles inspirados por la virtud de una palabra nueva”.
Carlos Vaz Ferreira, también pensador uruguayo y contemporáneo de Rodó, escribió a principios del siglo XX:
“Quizás se esté efectuando actualmente, la revolución o evolución más grande en la historia intelectual humana, más trascendental que cualquier transformación científica o artística, porque se trata de algo aún más nuevo y más genial que todo esto: el cambio en el modo de pensar de la humanidad, por independizarse ésta de las palabras”, … “yo presiento algún gran descubrimiento práctico que nos enseñará procedimientos para pensar mejor”.
Ambos intelectuales previeron el advenimiento de los cambios que se están efectuando y los esperaron porque vieron en ellos el renacer de una cultura del espíritu, que se basará en ideales y éstos en un modo de pensar que modifique a los seres.
A pesar de todos los cambios que ha traído consigo el nuevo milenio, el ser humano no ha cambiado. Se mejoró el confort de la vida, pero no parece orientarse a los jóvenes a desarrollar sus calidades y junto a una gran inteligencia se suele encontrar una gran confusión de valores, junto al deseo de libertad y justicia, hay creencias que limitan el pensar y codicias que confunden la justicia. Se alarga la vida, pero no parece descubrirse un estímulo para vivir con alegría, se busca solucionar los problemas sociales, pero el individuo sufre angustias y soledad; se trata de alcanzar lo que está lejos, pero no de comprender y amar a los que están cerca. Parece que los cambios que caracterizan a la vida actual, se limitaran a ser modificaciones externas al individuo, como dijera Rodó, “lo que está del lado de afuera de los ojos”.
Se podría decir que se quiso cambiar y solo se inventaron cosas materiales, que se quiso saber y solo se descubrieron leyes de la naturaleza física. Además se repitieron experiencias bélicas y se cambió la vestimenta, pero el ser humano en su esencia no se modificó. Parece que ha quedado desorientado al ver que no avanza como individuo pensante. Sin embargo podemos prever el culto de la interioridad humana, que ha de venir junto a los ideales que el alma reclama, al decir de Rodó:
“frente a las actuales necesidades del espíritu que avanza y columbra nuevas e ignoradas regiones”
Fragmentos del libro: “Surco y Simiente” de Celia Testa, Editora Gráfica, octubre de 2004
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Si eran solamente estos dos uruguayos que intuían un modo de pensar nuevo, era todo el pueblo cultivado que lo anhelaba, pues por esos años se funda el Ateneo de Montevideo, que tiene
“por fines fundamentales servir, en un ambiente de absoluta libertad de espíritu, el desarrollo de la cultura, favorecer su difusión mediante la libre discusión de todos los principios y tendencias, y contribuir a la defensa de sus postulados poniendo todos los medios legítimos a su alcance, al servicio de las causas de verdad y de justicia” (artículo 2º de los estatutos del Ateneo de Montevideo)
También por ese tiempo – en 1901- iniciando el siglo XX – nace en la Republica Argentina un niño que en el correr del tiempo, traería la enseñanza que anhelaban nuestros antepasados. Es el Maestro Carlos B. González Pecotche que con palabras sencillas, comprensibles enseña un método para aprender a pensar por uno mismo, que se adapta a la modalidad de estos tiempos y a estos lugares, que une la ciencia (método experimental) a las nuevas interrogantes humanas, (inquietudes espirituales), y enseña a pensar, a bastarse a sí mismo, a desarrollar y usar junto a la memoria y la inteligencia, la consciencia.
Transcribimos algunos párrafos del autor de sus libros: “Axiomas y Principios de Logosofía”. (1)
“Jamás serás libre mientras no conozcas las claves que emancipan tu alma de la esclavitud que la oprime en su ignorancia.”
“La enseñanza logosófica propende al equilibrio de los pensamientos, neutralizando los efectos negativos de las ideas extremistas que tienden a la disolución social o al imperio de la fuerza sobre el derecho, para encauzar al espíritu humano hacia el sendero recto de las ideas sanas, donde la temperancia y el sincero juicio llevan al hombre a resolver sus problemas sin violencias ni agitaciones en el terreno de la razón y de la consideración mutua.”
“La flexibilidad mental que se adquiere por el entrenamiento logosófico, aumenta considerablemente el vigor de la inteligencia capacitando al ser para anteponer al examen de cada circunstancia un juicio claro y sereno, elaborado pacientemente con los agentes substanciales del pensamiento.”
“La Logosofía no discute ideas ni ataca el carácter o las bases en que se fundaron las diversas doctrinas admitidas en el ambiente común de los pueblos; antes bien, enseña con la luz de la lógica, asistida por los elementos contenidos en la razón más austera y la fuerza de una verdad inconmovible, todo lo bueno que de ellas puede extraerse.”
“La escala maestra de los conocimientos que trasluce cada enseñanza logosófica, encuentra, tanto en la mente de mayor cultivo como en la de menor alcance, el punto exacto de adaptación y asimilación.”
“En verdad puede llamarse a la virtuosa semilla del conocimiento, el cereal del espíritu, porque es la que más rendimiento ofrece a la humanidad y la que no puede ser cotizada por el interés o la especulación común, pues es germen que eclosiona en la mente y florece en la inteligencia.”
“Para conocer la verdad debes comenzar por conocerte a ti mismo, luego a tus semejantes, penetrar en los secretos de la evolución y seguir conscientemente el proceso de tu existencia, vinculándote al desenvolvimiento de otras conciencias hasta realizar el nacimiento divino.”
(1) «Axiomas y Principios de Logosofía», Tomo 1 (1934); Tomo 2 (1937), Rep. Argentina
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