Aplicando una observación atenta y objetiva de hechos y aconteceres derivados del accionar humano en diferentes ámbitos en que éstos desarrollan sus actividades, se puede en no pocas ocasiones, detectar, a veces hasta con sorpresa, que no siempre los dichos y consecuentemente las acciones posteriores que deberían ser reflejo de esos pronunciamientos, ofrecen la unidad que razonablemente  sería de esperar.

Verificado el hecho, es lógico que quien detecta esta fractura entre el pensamiento y la acción, se interrogue sobre la causa o las razones de esta anomalía en el proceder. Por cierto, que esta actitud inicial, entre expectante e inquisidora, de sustentarse con el auxilio de la razón, actuando ésta sin ingerencias extrañas, puede constituir un inicio muy saludable para poder situarse con acierto en las circunstancias que a cada cual le toque vivir.

Quedan fuera del marco de estas reflexiones situaciones que, por diversos motivos, puedan en ocasiones mostrar disimilitudes entre dichos y hechos,  los que a veces por circunstancias de diversa índole, resultan ajenas a la voluntad, al conocimiento o a la intención del protagonista. Las circunstancias a las que aquí se hace referencia, incluyen situaciones en las que la mistificación y la mentira son empleadas con una intención específica -con diferentes grados de intensidad y conocimiento- dirigida a la obtención de un determinado resultado o finalidad buscada.

Usualmente quienes emplean estos recursos, conocen los efectos cautivantes y seductores que el empleo de esta técnica del engaño produce en extendidos sectores de la sociedad, los que, por variados motivos, quedan de alguna manera dependientes de las proposiciones o promesas   que se le formulan, las que muchas veces solo promocionan ilusiones, que luego el tiempo se encarga no pocas veces de demostrar su irrealidad.

¿Y cuáles son esos motivos que tantas veces facilitan el engaño, el que no solo afecta a personas que por diversos motivos no tuvieron oportunidad o no pudieron desarrollar sus capacidades intelectuales, sino aun en quienes han logrado niveles de preparación media y superior?.

Con las aptitudes que progresivamente va adquiriendo el estudiante con los conocimientos que proporciona la ciencia logosófica, poco a poco se van acreciendo sus capacidades de observación y análisis, lo que lo va habilitando a ampliar perspectivas y enfoques sobre diversos hechos y circunstancias que tal vez él mismo vivió o vio vivir a otros y ahora contempla con otras perspectivas.

Y de ese análisis, en tanto éste pueda realizarse en forma objetiva, van descubriéndose las diversas causas que dan origen a estas circunstancias.

Quienes, por los motivos que fueren, no disponen de suficientes recursos propios, producto principalmente del accionar de algunas de las facultades de su inteligencia, entre otras, la de pensar, de razonar y de reflexionar, es factible que acepten sin mayor análisis, pensamientos o proposiciones que puedan recibir, aún cuando éstas carezcan de sustento real o no sean más que la manifestación de un deseo o de un objetivo que se presenta como de fácil acceso en un futuro próximo, aun cuando el mismo sea de difícil concreción por apartarse usualmente de los marcos que determina la realidad.

Es que cuando priman las ilusiones sin el control de la razón y la sensatez, es factible que las capacidades intelectivas mermen su accionar o detengan su funcionamiento, quedando entonces el individuo cautivo  de una situación que propicia en muchos casos, la instalación en su mundo interno de algunas creencias, las que seguramente no le resultarán de fácil detección al mismo protagonista.

Puede verificarse otra forma operativa en quienes buscan seducir a su auditorio con propuestas,  planteos, o ideaciones  que saben de antemano de difícil concreción, el que consiste en propiciar, tanto a través de la concentración de personas o bien estimulando la formación de determinados corporativismos, donde crean previamente en estos últimos, la instalación de un ambiente específico direccionado que actúe como cohesionador solidario entre sus componentes, de tal forma que la fuerza del sustrato del medio, inhiba la presentación de puntos de vista de individuos o grupos eventualmente no coincidentes con los prevalentes en el conjunto.

Los promotores de estas situaciones saben lo difícil que resulta a un individuo o a un reducido grupo del conjunto, quedar fuera de la protección de la mayoría, por lo que en general esto obra como un eficaz factor inhibidor. Las propuestas cautivantes, aún cuando sean éstas de difícil concreción, suelen generar en muchos, ambiciones y ansias de dominio, lo que frecuentemente inhibe la realización de análisis lógicos, libres de la ingerencia de influencias dogmáticas.

La promesa fácil, suele obrar en quienes carecen de recursos defensivos propios, como un canto seductor que suele adormecer cualquier intento reflexivo, quedando en diversos grados, sometido a prejuicios y compromisos usualmente muy difíciles de remover.

En el texto “Deficiencias y Propensiones del ser humano”, de autoría de Carlos B. González Pecotche, creador de la ciencia logosófica, pueden encontrarse valiosos conocimientos que diagnostican no solo las diversas causales que ofician como predisponentes para quedar bajo los efectos seductores de la mentira, sino que proporciona al estudiante las herramientas necesarias para que él mismo cree sus propias defensas, quedando habilitado así para  poder superar circunstancias de esta naturaleza.

Podrán verse allí, los efectos que produce la propensión a creer, la que facilita la aceptación de lo que se le trasmite, sin dar usualmente participación a su entendimiento para que propicie el necesario análisis acerca de lo que se enuncia o propone; la propensión a lo fácil, atribuible a la falta de cultivo de las potencialidades de su inteligencia o de la ausencia de incentivos para dinamizar la voluntad, por lo que resulta fácilmente propenso a quedar cautivo de propuestas seductoras; la propensión a la ilusión, la que crea en el individuo campos propicios a los vuelos sin sustento de la imaginación.

Todos estos factores, quienes emplean la mentira como una herramienta de trabajo, conocen, como ya fue dicho, los efectos cautivantes de esta práctica en extendidos estratos de la sociedad.

Desde luego que existen otros agentes causales que ofician como predisponentes para cautivar a auditorios proclives a aceptar sin mayores exigencias reflexivas, los planteos o propuestas que se le ofrezcan.

Analizados en conjunto todos los factores mencionados, puede establecerse con facilidad la existencia de un elemento común: todos los efectos cautivantes y seductores con que se viste la mentira en sus diferentes modalidades de presentación, propenden a ofrecer a quienes se dirige, el logro de beneficios de diversa índole, los que sobrevendrán sin que el interesado deba poner nada de sí para conseguirlo; solamente habrá de asumirlos como una nueva conquista a disfrutar.

Como antes se anotó, los conocimientos que proporciona la ciencia logosófica, no solo estimulan la propia capacitación individual, sino que además  ofrece el método y las técnicas específicas para poder acceder a nuevas aptitudes, tanto mentales como sensibles, en beneficio no solo de su propia superación individual, sino que adquiere además, la posibilidad de poder auxiliar en acto generoso a sus semejantes.

Nadie debe considerarse excluido de la posibilidad de trabajar en la tarea de su propia superación, pero debe concederse que, iniciando el trabajo educativo en edades tempranas, proporcionando conocimientos éticos y morales que el mismo niño pueda experimentar y verificar, estimulándole el desarrollo de sus capacidades reflexivas, el cultivo de sus responsabilidades y la preservación de las libertades que con los conocimientos vaya conquistando, se crean patrimonios individuales que no consienten la sumisión a creencias, ideologías o corrientes de pensamiento que su reflexión no autorice.