Difícil tejer consideraciones sobre la mujer sin mencionar al hombre, dos naturalezas que guardan en sí mismas, grandes secretos y desafíos.

No obstante diferentes, hombre y mujer constituyen “dos lados de una misma moneda, rodando, juntos rumbo a la perfección”, de acuerdo a las palabras del humanista Carlos Bernardo González Pecotche.

Pero hoy es el Día Internacional de la Mujer y, por tanto, vamos a mencionar sólo un lado de la moneda.

Para hacerlo, surgen algunas preguntas, cuyas respuestas deben relacionarse firmemente con lo que el sentir individual expresa. Ausculten, por tanto, sus corazones y respondan: ¿Cómo debe ser la verdadera mujer? ¿Qué características, atributos o cualidades debe poseer? ¿Cómo moverse, actuar, pensar, sentir, qué objetivos buscar, cuál es su misión, su función? ¿Cómo le gustaría verse y cómo el hombre la ve, o cómo debería ser, según la concepción de él?

Dejemos de lado las incontables y perimidas costumbres y modismos que las diversas culturas impusieron. Podemos observar que la mujer de hoy fácilmente incorpora los moldes de los tiempos modernos. Pero, ¿dónde encontrar a la verdadera mujer? ¿Cómo es ella de hecho, sin artificios, aquella auténtica mujer, la original que Dios creó? ¿Será posible que, en el transcurso de los tiempos, la mujer se perdió de sí misma? Y, acaso, ¿no puede haber ocurrido lo mismo con el hombre?

Pero hoy es el Día de la Mujer. Que cada una se haga estas preguntas: ¿Qué, de todo lo que soy, me representa a mí misma, y lo que existe en mí que parece ser yo, pero no es? ¿Cuáles son mis encantos, mis misterios? ¿Qué es falso en mí y qué es real? ¿Cómo me gustaría ser allá en lo íntimo?

Buscar su propia imagen es encontrarse consigo misma. Muchas veces, convivimos con un ser ficticio. Descubierta la imagen personal, ella nos impulsará a recrearla, a tornarla realidad. No seremos más lo que las culturas o los tiempos quieren que seamos, pero sí lo que de hecho queremos ser. Realizar esta proeza requiere poseer conocimientos superiores que conduzcan al conocimiento individual, que enseñen a crear y cultivar las características personales que esta imagen ideal presenta.

Con eso se van erigiendo mujeres –y también hombres, ya que no sería justo que sólo a ellas cupiese esa prerrogativa de escalar las cumbres de la sabiduría- de una estirpe cada vez más elevada, de acuerdo con la imagen que el Creador dejó impresa en las profundidades de cada ser humano.

Al evocar la imagen de la mujer desfilan, en la pantalla mental, imágenes de mujeres de hoy y de todos los tiempos: las más variadas, bellas, interesantes, diferentes, exóticas, de los más diversos temperamentos… Sí, cada mujer es única, especial, original. Entonces, ¿cómo trazar el perfil de una mujer? ¿Es posible definirla, mencionando características que sean propias de su naturaleza?

Cada mujer es, por cierto, única y diferente de todas las otras, así como no existe un ser humano igual a otro. Pero todas están dentro de una naturaleza: la femenina. Tanto es así que, ella tiene aspectos que permiten a cualquiera afirmar que, aquella criatura, es una mujer.

Esto se refiere tanto a los aspectos físicos y –en especial, en el enfoque que queremos dar-, a los psicológicos. ¿Qué trazos psicológicos evocan la imagen de la mujer? ¿Cómo es la forma de actuar, de pensar, de sentir, de ser, de la mujer? Por cierto, no es igual a la del hombre, teniendo en cuenta que  él pertenece a la naturaleza masculina.

No somos iguales, somos maravillosamente diferentes y complementarios. Justamente, por ser diferentes es que sumamos nuestros valores. Cuando queremos ser iguales, surge entre las dos naturalezas la competencia, causa de muchos conflictos.

Podríamos decir que las distintas capacidades, tanto hombre como mujer, las pueden alcanzar. De esto tal vez haya surgido la confusión que hombre y mujer deberían ser iguales. Lo que ocurre es que la forma como las mismas se manifiestan, se expresan en uno y otro, es diferente. ¿Puede, por ejemplo, la mujer ser decidida, paciente, prudente, valiente, etc.?Y el hombre, ¿no puede ser también todo esto? Pero ¿cómo es la decisión, la paciencia, la prudencia, la valentía en uno y otro? Son muy diferentes, por cierto, pero son justamente esas visiones diferentes sobre una misma situación, que pueden llevar al acierto en las conductas.

González Pecotche, el Autor de la Logosofía, enseña: “Tanto el hombre como la mujer habían sido dotados del poder de pensar, de sentir, de amar, de crear y de procrear, …” (ver SS pg. 307) *

No dispongo de espacio para comenzar a describir las diferencias entre esas dos psicologías, ni tampoco sobre la belleza de la psicología de la mujer, especialmente en este día. Pero invito al (a la) lector(a) a observar cómo ocurren las cosas en el día a día ya que, descubrir por sí mismo, es mucho más estimulante que leer lo que otra persona escriba. En esa observación, en tanto, cada uno deberá apartar de sí el preconcepto de que su psicología es mejor que la otra, reconociendo el valor de la suya, sí, pero descubriendo cómo la otra puede completarlo.