Extracto de la conferencia pronunciada en el Cabildo de Montevideo el 2 de agosto de 2006 en el marco del Seminario de Cultura Vasca organizado por la Institución Vasca Haize Egoa – Vientos del Sur

El país vasco

Cuando llegué por primera vez al País Vasco sentí que estaba en un mundo peculiar y atractivo. La naturaleza se mostraba vigorosa, fuerte, tal vez por el contraste de llanuras y montañas en sucesión constante.

A lo lejos, en la falda de la montaña, se destacaba el caserío, “la maison suche” aparecía salpicando el paisaje con su colorido blanco y rojo y su singular estilo. El caserío representa la continuidad de la familia y la perennidad del apellido que caracterizan a la sociedad vasca y se expresan en él.

Es fácil encontrar en los frontispicios de algunos de ellos la fecha de construcción y el nombre de la familia que lo habitó y que, por el régimen de mayorazgo se perpetuó en el mismo.

Esta esquemática descripción del paisaje vasco no sería completa si no tuviéramos presente la lengua vasca, el Euskera, que por su originalidad, constituye aún hoy una isla en el mundo lingüístico indoeuropero. Es vastamente reconocido por los expertos como un misterio lingüístico, si parentesco con los idiomas conocidos.

Por otra parte, el origen de los vascos ha sido estudiado exhaustivamente por investigadores de las distintas ramas del conocimiento –arqueólogos, antropólogos, paleontólogos, etc.- pero aún permanece como un interrogante para el mundo de la ciencia, como afirma Luis Michelena cuando dice: “El pueblo vasco y su idioma son los más antiguos entre los que están actualmente vivos en Europa”. Hoy el Euskal Herría, o sea, el pueblo que habla Euskera, ocupa un espacio de 200664 kilómetros cuadrados de los que el 86% corresponde a España y el 14% a Francia.

St. Etienne de Baïgorry

En el País Vasco Francés, en los Pirineos Atlánticos y más precisamente en la provincia de Baja Navarra, se ubica la ciudad de St. Etienne de Baïgorry, cuna materna del pensador que nos ocupa, de cuya obra y pensamiento hablaremos en este trabajo. María Pecotche, como consta en los archivos de la Prefectura de Baïgorry, nació en esa ciudad el 14 de octubre de 1864.

La ciudad se encuentra en una gran llanura apta para diversos cultivos, en particular la vid. Rodeada de montañas, en las estribaciones de los Pirineos, allí se desarrolla el ganado principalmente ovino. Estos rasgos, más la belleza de la ciudad, le han merecido el nombre de  “la perla verde” como se la conoce en la Baja Navarra. Privilegiada por esa estratégica ubicación en el llamado “jardín de los Pirineos”, lo es también por su proximidad al litoral atlántico distanciado solo 50 kilómetros de Bayona y de Biarritz.

La emigración  vasca al Río de la Plata

La Baja Navarra no escapó a la crisis rural que vivió todo el País Vasco a lo largo del siglo XIX. Ello provocó la crisis del campesinado así como la de los pequeños propietarios que se vieron obligados a emigrar.

Argentina y Uruguay se destacaban como los países especialmente aptos para la vida de los futuros emigrantes, dado su estilo europeo en las costumbres y sus suelos fértiles y accesibles a la agricultura y el pastoreo. Así una corriente importante de vascos también berneses, se dirigió con destino al Rio de la Plata, a lo largo de todo el siglo XIX.

Los vascos se radicaron en las dos grandes capitales del Plata, como en las ciudades y pueblos del interior de ambos países, originando así importantes asentamientos donde aún hoy son testimonio los numerosos apellidos vascos allí presentes.

Las raíces vascas de Carlos B. González Pecotche

La documentación que emerge del Registro Civil de la Municipalidad de Buenos Aires, Argentina, testimonia el origen vasco de Carlos Bernardo Gonzalez Pecotche. La partid de nacimiento da fe de que “en la capital de la República a 13 de agosto de 1901 ante mí, jefe de la Décimo Cuarta sección del Registro, Jorge González de 39 años, casado, argentino, domiciliado en Cucha Cucha y Vía Férrea, hijo de Jorge González y de Ramona Castrosín, declaró que el 11 del corriente a las 5 de la tarde, nación el varón Carlos Bernardo, en su domicilio, quien es hijo legítimo de él y de María Pecotche, francesa, de 37 años, hija de Pascual Pecotche y de María Amorena”. Por lo que antecede, resulta probado el origen vasco por vía materna de Carlos Bernardo.

También en la línea paterna encontramos raíces, en este caso vasco españolas. En efecto, el abuelo paterno, Jorge González Jaime, nació en Aragón, provincia que estuvo bajo influencia vasca en siglos pasados, siendo Jaime un típico apellido vasco.
Por lo demás, su abuela paterna, Doña Ramona Castrosín Chavarría, era también vasca.

La afinidad por lo vasco se trasunta en su novela “El señor de Sándara”, donde su simpatía se manifiesta desde el inicio de la obra, que comienza con la expresión siguiente: “Una vez más despuntaba el verano en la paleozoica serranía de Tandil”. Efectivamente, Tandil, que significa “lo más alto” en Euskera, es una de las tierras más antiguas del mundo; su antigüedad podría remontarse a 2 mil millones de años según los especialistas. Es una de las más importantes colonias vascas de la Argentina y buena parte de la novela se desarrolla en ese medio rural de Tandil. Los apellidos de muchos de los personajes que allí se mueven y viven importantes episodios, tienen apelativos vascos.

Siempre con maestría, a lo largo de la obra, existen referencias al estilo de vida y al carácter de los vascos. Ello nos hace pensar que tal vez el autor quiso consignar en las páginas de este libro, su homenaje a las raíces físicas que animaron su vida.

Vida y obra de Carlos Bernardo González Pecotche

Siendo aún  muy niño, a los cinco años, Carlos Bernardo queda huérfano de madre al morir ésta en su ciudad de origen, adonde viajó desde Bs.As. en 1906, aquejada de una grave dolencia. El 8 de octubre de 1925 González Pecotche contrae matrimonio con Paulina Puntel y el 10 de julio de 1925 nace en Bs. As. Su único hijo, Carlos Federico. La vida y obra de González Pecotche es de por si algo inabarcable, dada la riqueza, extensión y volumen de sus realizaciones. Intentaremos solo destacar algunos aspectos prominentes de su accionar, que repercutieron directamente en la cultura de nuestro país y de todo el Río de la Plata, trascendiendo actualmente fronteras americanas, dado su alcance mundial.

A partir de los 29 años y durante más de 30, desarrolló una intensa actividad como escritor, educador y conferencista junto con una copiosa tarea epistolar, dando a conocer la ciencia de su creación que llamó “Logosofía”, a la vez que atendía sus obligaciones familiares, sociales y laborales. Radicado en la ciudad de Córdoba, Argentina, inició oficialmente su labor en 1930, con residentes de la misma que compartían sus inquietudes. Poco después impulsó la creación de nuevas sedes, a saber:  Rosario en 1930, Montevideo en 1932, Buenos Aires en 1933, Colombia en 1934, Belo Horizonte y Río de Janeiro en 1935 y 1939, Paraná en 1957, San Pablo en 1959. Paralelamente dictó más de mil conferencias y publicó el periódico “El Heraldo Raumsólico” y las revistas “Aquarius” y “Logosofía”; su producción como escritor abarca más de 20 títulos. Todo ello acompañado de una intensa labor investigativa, intelectual y docente que culmina hacia el final de su vida física, con la creación de la primera Escuela Primaria Logosófica en Montevideo, en 1962.
Se preguntarán seguramente ¿qué es la Logosofía? En apretada síntesis daremos apenas una sucinta información sobre algunos de los múltiples aspectos que abarca esta ciencia. Carlos Bernardo González Pecotche estableció con la Logosofía, para todo aquel que libremente decida investigarla, bases experimentales sólidas para trasformar la vida y el destino humano por medio del conocimiento, dándoles un contenido trascendente y posibilitando de tal modo la construcción de un mundo mejor.

La Logosofía plantea la necesidad en los tiempos que corren, de que el ser humano desarrolle conscientemente las facultades que lo habilitan para conocer las verdaderas causas que generan el mundo caótico y decadente que hoy lo agobia, para poder así superarlas contribuyendo a la vez a un futuro superior. Para ello le fue necesario dejar de lado las huellas tradicionales de la especulación intelectual, y dirigidas hacia lo externo en el investigador del mundo y la naturaleza para dirigir la mirada hacia la propia interioridad, guiada por un conocimiento que hiciera posible la antigua aspiración del “conócete a ti mismo”, mediante la aplicación de un método fruto de su original creación.

Uno de los revolucionarios descubrimientos de González Pecotche, es el de la naturaleza y vida de los pensamientos como entidades psicológicas, que pueden actuar en la mente del individuo bajo el gobierno de su voluntad o en forma autónoma; constituye la llave maestra que abre las puertas de la propia vida interior, permitiendo el desarrollo de una nueva técnica de observación basada en la comprobación individual de esta realidad, lo que permite, progresivamente, avanzar en el anhelado conocimiento de si mismo.
Logosofía es una nueva concepción del universo y del hombre, por lo que en rigor, este proceso de conocimiento de sí mismo, denominado “proceso de evolución consciente”, es la vía obligada que posibilita ir accediendo a la comprensión de los grandes interrogantes que se formula el espíritu humano acerca de la vida, el mundo, la Creación y sus Leyes. Al respecto escribió: “Solo cuando el hombre se busca a sí mismo utilizando los conocimientos inherentes a ese fin, comienza para él un verdadero despertar. La primera gran verdad habrá de hallarla dentro de sí; una verdad que está representada por todas las etapas que con su esfuerzo y adiestramiento deberá cumplir hasta identificarse con su espíritu y asegurar su efectiva y permanente intervención en el trascendente proceso que está realizando”. (C.B. González Pecotche,  El Mecanismo de la Vida Consciente).

Por la índole del conocimiento que brindó, la ejemplaridad docente de Gonzalez Pecotche está íntimamente vinculada al testimonio de su propia vida. Su figura como docente de conocimientos acercad del hombre, la vida y el mundo no se caracterizó por la mera sugestión que emana del magnetismo de un orador brillante. Desde los mismos comienzos de su labor docente expresó que no debía “creerse” en su palabra, sino que el conocimiento que contenía debía ser verificado con la experimentación en el propio mundo interno y en la propia vida.

Fuentes:

  • Archivos de la Prefectura de Baïgorry, Pirineos Atlánticos (Francia).
  • Partida del libro de registros de nacimiento, 1861-1879, nro.47, pág 12.
  • Archivo Histórico de la Fundación Logosófica de Belo Horizonte, Brasil.
  • Pablo y Joana Friche.
  • Investigación en St. Etienne de Baïgorrry, julio 1996.
  • “Raíces de la familia Pecotche en Francia”
  • Archivo Histórico de la Fundación Logosófica de Argentina.
  • Libro “Pensamiento  y obra de Carlos Bernardo González Pecotche”, 2001
  • Registro Civil, Municipalidad de la Capital, año 1915, Buenos Aires, República Argentina. Partida de nacimiento de CBGP.
  • Archivo Histórico de la Fundación Logosófica de Río de Janeiro, Brasil.