Recopilación histórica

Desde la introducción de Logosofía en el Uruguay por Don Juan Geis e inaugurada formalmente las actividades el 10 de julio de 1932, la Institución logosófica en Montevideo comenzó a expandirse rápidamente, llegando a finales de la década a contar con cuatro locales alquilados en esta ciudad.

Los estudiantes soñaban con una sede propia que les permitiera dar cabida a los cada vez más numerosos interesados que solicitaban información y su posterior ingreso, así como desarrollar las actividades en forma más armónica en una sede central propia.

¿Sería posible algún día contar con ella? Durante varios años ese anhelo mantuvo vivo el pensamiento, llevándolos a evaluar diversas posibilidades.

Dentro de los grandes emprendimientos que se encararon con el objetivo de recaudar fondos para la expansión física de la obra logosófica, a finales de esa década, merece destacarse la iniciativa de dos activos estudiantes de la Institución de entonces: Don Manuel de la Fuente y Don Juan Salgueiro Píriz, que en el año 1937 decidieron adquirir una fracción de campo en el Departamento de Canelones, Uruguay, con costa sobre el Río de la Plata, para formar allí un balneario.

Al espíritu pujante de aquellos, se sumaron los Sres. Héctor Queirolo y Felipe L. Monteverde, que tenían una agencia de publicidad con la que respaldaron administrativa y promocionalmente la iniciativa, venciendo juntos las innumerables dificultades que se presentaron.

Prontamente se confeccionó un hermoso plano, cuidado en los menores detalles, a fin de que todas sus calles tuvieran buena vista. Del fraccionamiento y consiguiente venta de sus solares comenzó a  recaudarse dinero para transformar el sueño en realidad.

Desde 1939 y durante varios años, los fondos obtenidos por la venta de solares del nuevo Balneario, -denominado “Los Titanes” fueron primordiales para la adquisición de una propiedad para asiento de la sede.

Ubicado a unos 78 km de Montevideo, la punta de estancia de unos 800 metros de ancho y unos 1.500 mts de extensión hacia el mar, era visible desde la loma del cerro de “Piedras de Afilar”, a unos 2 km. de “Lomas de Araminda”. A cargo del Agrimensor Horacio Uslenghi, en singular proyecto, se definieron sus calles en forma de rayos solares, cuya avenida principal se denominó “11 de agosto”, las demás con nombres relacionados con la Institución, y una  plaza central denominada “Delfos”, los cuales se mantienen hoy día como entonces.

Para llegar a “Los Titanes”  había que ir o bien en ferrocarril bajando entre la estación “Lasala” y “Piedras de Afilar”; o bien en automóvil o bus, en un viaje nunca menor a 3 horas, por el camino a Piedras de Afilar. Si llovía era casi imposible llegar o salir. Por ferrocarril o motocar se bajaba  en el km 78, en pleno campo. Esto quedaba a 4 kilómetros del balneario, trayecto que se hacía  o en un coche con pescante elevado con capacidad para 6 personas, o a pie.

Después hubo un coche modelo “Ford T” con chofer; esto era más rápido y de mayor capacidad.  Sin agua corriente ni luz eléctrica, y con una única fuente de agua potable colectiva, era lógico avizorar que la venta de solares y el desarrollo del novel balneario fuera muy difícil.

Se trataba de una hermosísima faja costera, pero de médanos enormes que con cada tormenta de viento se movían. La Empresa Olegani se encargó de nivelar los médanos con un tractor que estuvo meses en esa labor, para lo cual  se trajo piedra tosca en carretas desde una cantera cercana al balneario.

Para obtener agua potable se hicieron varias perforaciones, algunas sin éxito, de las que quedan hoy día dos de ellas: una donde estaba el primer Parador y otra que funcionó con un molino de viento hasta que llegó la energía eléctrica.

Hubo que forestar para contener  los médanos que con el viento cubrían las calles. Se realizó una primera plantación de eucaliptos y pinos, pero esta no prosperó. Un vecino experimentado en la zona, el general Rovira , sugirió plantar acacias obteniéndose entonces buenos resultados. Esto permitió la segunda plantación de eucaliptos y pinos entre 1937 y 1940, esta vez con éxito, lográndose una forestación espesa que le dio una característica especial al lugar.

Dentro de las primeras construcciones se encuentra la que luego daría origen a un Parador-Hotel que recibiera, entre otros turistas, a violinistas del teatro Colón de Buenos Aires que venían a descansar durante el verano y los que solían brindar conciertos de violín a los demás veraneantes. Varios estudiantes de la Institución fueron pioneros en la construcción de viviendas, entre ellos la familia Queirolo, la familia Salgueiro y la del Sr. De la Fuente, dando así el primer empuje a lo que luego se convertiría en un atractivo balneario de la Costa de Oro del Uruguay.

Anécdotas de los primeros años

En la mañana se concertaban encuentros para salir en bote a pescar con redes y en la noche a la encandilada. Antes del baño de mar, en la mañana, las arenas de la playa servían de cómodo asiento para formar ruedas en que se intercambiaban los más diversos temas enfocados logosoficamente. Estas conversaciones continuaban en las tertulias que generalmente se realizaban en el Parador, luego de la cena.

En las noches que había fosforescencia, rápidamente cundía la noticia y se bajaba a la playa a disfrutar de tan bello espectáculo. Y en las de luna llena, en que las arenas vestían las galas que les brindaba su plateada luz, se organizaban cortas caminatas.

Durante el día se realizaban paseos a pie, descubriendo lugares desconocidos. En eso se especializaban las Sras. Ema Lareu y Martha Lacroix que salían con niños y jóvenes para completar su labor docente con la observación directa de la naturaleza.

Por la Sra. Isis Aurora Geis López

Ser actual pobladora no estable de este balneario con tanta historia y especiales características, nos llena de alegría. Nuestra primera llegada al balneario “Los Titanes”, con cuatro años de edad, fue motivo para comenzar a disfrutar sus dunas, su playa, sus calles tranquilas y muy arboladas, así como a superar, junto a los adultos que nos llevaron, las primeras dificultades para poder pasar varios días allí.

Sin agua corriente ni luz eléctrica, era un juego aprender cómo encender los faroles a queroseno o conseguir el agua necesaria para la familia, de los manantiales que algunos vecinos teníamos o de la única fuente de agua potable colectiva que allí había: “El Molino”. También el viaje en ómnibus denominado: “El 75 del Sr. Corrales”, desde y hacia Montevideo era un viaje especial de 3 o más horas. En mitad del camino se hacía una parada de 20 minutos en el Pueblo Soca para “estirar las piernas” o comprar unas enormes medialunas rellenas, que como el ritual lo establecía, servía para que niños y adultos continuáramos el viaje con mayor distracción.

No teníamos teléfono o celular como hoy y los mensajes familiares también llegaban por cartas gentilmente traídas por el Sr.Corrales, en su ómnibus. Pero el avance fue llegando al balneario paso a paso hasta el presente, proveyendo de todo lo necesario para que quien guste disfrutar del lugar pueda hacerlo, manteniendo siempre ese  “algo diferente” que lo  caracteriza. ¿Será acaso por su origen tan lleno de afectos y gratos recuerdos?

Particular disposición aérea del balneareo:

Mapa de balneario Los Titantes