Cuando era niño, las tareas escolares domiciliarias, las escribía en el “cuaderno de deberes” con tinta en tintero y con pluma. Era todo un arte realizar la tarea cuidando la técnica general de la escritura: caligrafía, el uso de la tinta y la pluma; pluma que era de metal, intercambiable, con un cabo alargado de madera.

Un error en esa labor traía graves consecuencias. Y si existía el sentido de la responsabilidad, el sufrimiento podía ser muy grande,… hasta las lágrimas. Mi madre me acompañaba y ayudaba en esas tareas en borrador y yo las pasaba al cuaderno en limpio.

Un día en un trabajo que iría a la carpeta de fin de año, un borrón echó a perder la paz.  Secante(*) primero, para que absorbiera la tremenda gota de tinta caída en el cuaderno, que no debía  estar ajado ni manchado. Y sus tapas forradas con papel para forros, para que se mantuvieran intactas durante todo el año. Cuando la tinta se secó, y como no existía corrector y no se podía arrancar la hoja, probé con la goma de borrar tinta, pero estaba el peligro de romper la hoja. Era una situación muy incómoda. Como era el cuaderno escolar mi madre me aconsejó que recortara algo relacionado con el tema del trabajo. Así lo hice y le pegué una figurita sobre el borrón y en la otra carilla de la hoja, donde también se notaba la mancha.

Hoy, con la orientación del conocimiento logosófico, (1) ese recuerdo de hace tantos años, me lleva a una reflexión: en la vida, no siempre un maquillaje disfraza totalmente o cubre un defecto. No siempre un error se puede esconder pues la conciencia, que es insobornable, nos lo muestra en todo momento.

¿Qué se puede o debe hacer? La capacitación, la actuación de la atención, la observación, harán que ese error de alguna manera sea útil al proceder futuro. Lo importante es estudiar el hecho para no incurrir nuevamente en la falta y no buscar al culpable en lo externo, sino en nosotros mismos. Podríamos culpar: a la tinta muy diluida, a la pluma en mal estado, a la hoja que se movió, o hasta al mismo pulso; pero no, el error estuvo en la falta de observación propia, en la imprevisión, en el descuido al actuar, en la distracción; todos elementos internos, negativos, superables, pero a los que hay que detectar y contrarrestar en un proceso de superación consciente, para que no se arraiguen en nuestra psicología, imponiéndose en nuestras modalidades tanto, que no nos permitan “tapar” con nada nuestra actuación negativa.

Cuando reconocemos, detectamos o descubrimos una carencia psicológica el juicio crítico no debe ser la pena capital: no. Junto al juicio va la cordura, por lo tanto, el análisis y estudio de la experiencia nos dará la capacidad del acierto adquiriendo el conocimiento necesario, y ese borrón será solo una anécdota. Utilizaremos otros medios, otra técnica, otros elementos y otras formas para que nuestra actuación sea clara y limpia…sin borrones.

(*) Secante- Papel esponjoso que se utilizaba para secar  lo  escrito con pluma.

(1)El pensador humanista Carlos Bernardo González Pecotche, en su libro “Introducción al Conocimiento Logosófico” Pág. 249 expresa:

“Todo error en que se incurre tendrá inevitablemente su repercusión, que siempre habrá que esperar, porque, tarde o temprano, la ley exigirá una reparación. Corregir el error es, pues, evitar su consecuencia. Controlar los movimientos tratando de producir aciertos y no errores, es sembrar el bien futuro, bien que será tanto para sí como para el semejante.”