Es con verdadero placer que compartiré con ustedes algunos de los momentos vividos durante los años que fui alumna del compositor Guido Santórsola. Fue un privilegio, que los que estuvimos a su lado durante años, supimos reconocer y comprender. Pero si bien va para él mi eterno reconocimiento por su legado de enseñanzas musicales, que intento trasmitir a mis alumnos, mayor aún es mi gratitud por haberme introducido en el mundo logosófico.

Tal vez su nombre no sea familiar para quien no esté vinculado al mundo de los compositores contemporáneos, pero tú, alumno del Liceo Logosófico, ¿cuántas veces has entonado el Himno de tu Liceo?  Sin duda que muchas; bien, Guido Santórsola fue quien lo compuso.

En este número expondremos parte de una historia, que muestra cómo un compositor logra la inspiración a la hora de escribir. A ti niño, a ti joven que ya tocas un instrumento, o simplemente te gusta, pero aún no te has decidido a hacerlo, encontrarás en el pensamiento de Santórsola una guía que te ayudará a entender un poco más lo que es el verdadero llamado de “la vocación” y junto con él, el respeto por tan noble arte como es la música.

Desde su más corta edad, Guido Santórsola necesitó expresar sus estados anímicos por medio de los sonidos. Pero esos estados fueron cambiando, fueron evolucionando, en el transcurso de lo que él llamó “mis tres etapas compositivas”. Y lo importante de destacar es que esa transformación se produjo a partir de 1932, año que marcó su comienzo como estudiante en la nueva ciencia logosófica, lo cual influyó notoriamente en su primera etapa.

Guido Santórsola nació en Canosa di Puglia, Italia, el 18 de noviembre de 1904, y falleció en Montevideo, el 25 de setiembre de 1994. En noviembre de 2004 – al cumplirse cien años de su natalicio- se le rinde un merecido homenaje a cargo de un grupo de ex-alumnos. Hoy le rindo homenaje a través de estas páginas logosóficas, que sin duda serán el mejor marco para lo que él llamaba: “mi evolución espiritual-musical”.

El inicio de Santórsola en la música

Refiere Santórsola que: “Diferentes hechos ajenos a mi voluntad, fueron determinando paulatinamente, mi cauce: el mundo de la música. Mi padre, escultor en madera, músico diletante, luego profesional, tocaba la trompeta y esculpía grandes estatuas de madera, formando imponentes imágenes de santos para la Iglesia Católica. Un gran amigo suyo, Sciannamea, había viajado al Brasil, afincándose en San Pablo, al comienzo de este siglo (XX). A los pocos años, en 1909 (desde S.Pablo), lo estimuló, con gran insistencia, a irse para esa ciudad, pues le había conseguido un estupendo empleo en la Empresa “Marino del Favero”, para seguir esculpiendo sus hermosas esculturas. En ese mismo año, mi padre, Enrico Santórsola, (nacido en Nápoles el 25 de marzo de 1877), viajó a esa meta. Resultándole muy propicia su estada en esa ciudad, reclamó toda su familia: esposa y 4 hijos: Concetta, Guido, Ana y Arcanuelo, la cual arribó al Puerto de Santos en octubre de 1910. Yo tenía exactamente 5 años y 11 meses de edad.  Mi padre me llevaba todas las mañanas a la Empresa donde trabajaba. Muchas veces yo observaba cómo usaba sus herramientas de escultor.

Al lado de esa empresa habitaba Giovanni Pasquale, técnico de pianos, órganos, claves, etc. Era un gran filósofo. Daba consejos estéticos a mi padre, con los cuales afinaba los detalles artísticos de las grandes estatuas. Un día resolvió dejarme en ese taller de pianos, con el Sr. Giovanni Pasquale. Vino a visitarle el Sr. Autuori, primer clarinetista de la Orquesta Sinfónica del Teatro Municipal de San Pablo, y el Sr. Pasquale le informó que yo estudiaba música con mi padre.

-¿Sai solfeggiare?– (¿sabes solfear?) -me preguntó el Sr. Autuori.
Con cierta timidez le contesté: -Si señor-.
Entonces abrió el Método de Solfeo “Pasquale Bona”, y me pidió solfear una de las lecciones que contenía ciertas dificultades.

Al terminar, me acarició, diciendo al Sr. Giovanni Pasquale: -Si los músicos de nuestra Orquesta Sinfónica solfearan como este niño, sería una cosa maravillosa-. Después sacó su instrumento de su caja y me indicó que entonara el sonido que iba a emitir. Tocaba el sonido, y yo lo entonaba con exactitud. Repitió varias veces con diferentes sonidos, y yo emitía el mismo sonido con perfecta afinación. Me felicitó.

A los pocos días llegaba su hijo: Zaccaria Autuori de Italia, donde había ido a perfeccionarse con Gaetano Fusilla, en el Conservatorio de Nápoles. El padre le habló de mis pruebas. Entonces Zaccaria me oye entonar los sonidos que él hacía vibrar en su violín.

En 1911 mi padre me compró un violincito. Autuori  había ofrecido dos becas para el aprendizaje de violín, otorgándome una de ellas. En 1913, a los 9 años de edad, tomé parte en una audición de sus discípulos, tocando por primera vez en público el “Concertino” de R. Ortmans. A los once compuse una “Obertura” para orquesta titulada “Brasil”, sin haber estudiado nunca Armonía ni Composición. Éste se admira y me dice que debería comenzar el estudio de la Armonía.

En ese mismo año, por necesidad inevitable, tuve que aceptar el puesto de segundo violín en una orquesta de Cine Mudo. Era el año 1915. Todos recordamos que Italia declaró la guerra a Austria y Alemania en 1915, o sea la Primera Guerra Mundial, iniciada en noviembre de 1914, y en la que Italia se alineó en 1915. Mi padre, como buen patriota, quiso ir a defender su patria natal. Partió desde San Pablo a Italia, dejando su esposa, suegra y sus 4 hijos. Yo entonces, me convertí en “padre de familia”, teniendo que trabajar para el sustento de la misma. El “Pro-Patria Italiano” prestaba una ínfima ayuda a los familiares de los reservistas que se dirigían a su patria para defenderla.

Después de un mes, el primer violín de la orquesta, constatando mis posibilidades instrumentales y artísticas, muy honestamente me ofreció su puesto, pasando él al mío… Fue estupendo ese gesto de reconocimiento. Acepté, y me convertí en el primer violín de la Orquesta del Cine República de San Pablo. Mi sueldo se duplicó, y así pude hacer frente a los gastos de subsistencia, hasta que mi padre volviera.”

De esta manera Guido Santórsola comenzará lo que será su primera etapa compositiva, donde la influencia de los ritmos brasileños imperará en sus obras. Partituras para piano, violín y orquesta formarán parte de su producción. En 1931 es contratado por el Dr. F. Ghigliani para ocupar el cargo de primera viola-solista  de la Orquesta Sinfónica del Sodre  y del Cuarteto de este mismo Instituto, radicándose definitivamente en Montevideo.

Santórsola en Uruguay

Llegué al Uruguay el 14 de agosto de 1931. Seguidamente comencé mi actividad docente: Armonía, Contrapunto, Fuga, Sintaxis Musical, Composición e Interpretación. Es natural y lógico que la exteriorización musical es prioritaria en mí, pues una vez descubierta mi vocación de expresar con sonidos mis estados anímicos y de mis semejantes, se ha convertido en una necesidad psíquica e irrevocable; y siento o experimento placer cuando logro estampar en el pentagrama todo lo vivido en las diferentes etapas de mi proceso evolutivo.

Pero para ello no fue suficiente el estudio profundo de la música, sino que he tenido la necesidad de conocerme a mí mismo, mis posibilidades, la disciplina, mis actividades mentales, con las cuales poder alcanzar, paulatinamente, otros estados de conciencia, otros grados de superación, obedeciendo y realizando el plan de evolución individual que todo ser humano debe seguir, para fortalecer y encauzar sus pasos en cada etapa por la cual atraviesa.

Todo eso lo logré gracias al estudio consciente del sistema mental, adquirido en la nueva ciencia logosófica, creada por el gran filósofo argentino Carlos B.González Pecotche”

La Evolución

A partir de este momento Santórsola comienza una evolución que lo lleva a su segunda etapa compositiva, la que va de 1945 a 1962. Veremos cómo se convierte en el compositor “sin ismos”, según el Maestro Orrego Salas, entonces Director del Depto. Latinoamericano de Música de la Universidad de Indiana: “Santórsola es un compositor sin ismos: futurismo, neoclasicismo, modernismo, dode-cafonismo, no, nada de ismos, Santórsola, o la música de Santórsola, es:  Santórsola”.

Como ya se había expresado, en el año 1932 Guido Santórsola se inicia en la ciencia logosófica, que encauza al ser al conocimiento de sí mismo. Al respecto nos cuenta:

“El estudio de esa maravillosa ciencia ha tenido gran poder de transformación en mi psiquis, concientizándome de los movimientos mentales, o sea: control de entrada y salida de los pensamientos.  El control intelectual sólo puede obrar cuando está constituido por los poderosos elementos de alto juicio estético, formado por el estudio, observación y adquisición del conocimiento respectivo, compuesto de tres verbos importantísimos: “observar, obedecer y realizar”.  De esta manera el sentir interno nunca “será aparente, sino real”

En cualquier lugar del mundo que estuviese, Santórsola hablaba de estos temas a alumnos, periodistas y músicos, dando un nuevo enfoque sobre cómo debe abordarse con seriedad toda disciplina artística.

“El ser que evoluciona es aquel que siente la necesidad de los cambios que conducen a la superación del propio individuo. Lo más hermoso e importante en la vida del hombre es: evolucionar. Es sabido que cada individuo trae consigo un sistema mental constituido por la inteligencia, razón, voluntad y sensibilidad. Son facultades que usadas inteligentemente integran al hombre al rango superior del ser humano”

“Comparemos el sistema mental (con todos los requisitos imprescindibles: disciplina, trabajo, comprensión) a una computadora. Así como ésta necesita ser programada para ofrecer toda información, aquél debe adquirir todo el conocimiento de su especialidad, para verterlo en el momento oportuno. Unos absorben el conocimiento de la música; otros el de la pintura; otros más el de la arquitectura, la poesía, la filosofía, etc. Pero todos indefectiblemente, deben preparar su mente para la formación psíquica de su mundo interior. El primer resorte, el primer eslabón mental que debe ser puesto en funcionamiento es: la observación. Con ella, tamizada por la razón y fortificada por la voluntad, el ser alcanza el conocimiento adecuado a su especialidad, que le permitirá discernir lo positivo de lo negativo. El inmediato eslabón es: la obediencia. Obedecer a una observación es el comienzo de la realización”.

“Observación, obediencia y realización, forman el “perfectum trinum” de la evolución.  Pero…..no es fácil, tampoco imposible….. Cuando se obedece a esa fuerza interna llamada: “vocación”, es maravillosa la satisfacción, la seguridad, la tranquilidad que se experimenta en el fuero interno. Hablo con convicción, pues es el resultado de un proceso vivido”.
“Es por ello que puedo dividir en tres etapas el proceso de mis cambios, o sea de mi evolución espiritual-musical: de 1928 a 1945 la primera, de 1945 a 1962 la segunda y de 1962 hasta el presente, la tercera”.

Exigirse a sí mismo

Las aseveraciones de Santórsola eran, a veces, muy duras; no medía las consecuencias a la hora de defender sus pensamientos, los cuales eran producto, por cierto, de un elaborado proceso interno.  Eso lo llevó a no granjearse la simpatía de todo aquél que estando en la mediocridad, quisiera aparentar más de lo que realmente era.

Declaraciones tales como: -“¡Ay de esos seres que se creen compositores, si escriben sin tener una imagen clara de lo que quieren plasmar en el papel pentagramado! Todo tiene un porqué. ¡Todo tiene una forma para diferenciar una cosa de otra! ¡Sólo se puede componer libre y espontáneamente, cuando se es dueño absoluto del conocimiento que faculta dicha libertad y espontaneidad!”

Las mismas le valieron duras críticas, pero nunca de los eruditos en la materia. Era emocionante ver cómo le llegaban contratos de todas partes del mundo para componer obras para tal o cuál orquesta o solista. Los mejores intérpretes, los mejores sellos discográficos, así como directores y orquestas de todas partes, han ejecutado sus obras.

Los Reconocimientos

Incursionando en casi todos los géneros musicales, Santórsola es considerado en el campo de la composición “el Bach del siglo XX”. En el año 1973, en la ciudad de Karlsruhe(Alemania) con motivo del estreno del concierto que tuve el honor de estrenar para Uruguay en el homenaje que mencioné al comienzo, la prensa alemana se refirió a él como “el Bach Italiano”.

Cuenta Santórsola que estando en EE.UU. (década de los ´70), con motivo del estreno de uno de sus Conciertos para orquesta, el Sr. Rostropovich (aún hoy figura como el más prestigioso director de orquesta), que se encontraba en el mismo Teatro que Santórsola, y aún no conociendo a éste, al oír los primeros acordes de su concierto y luego de terminado, se acerca y le dice -“Ud., Maestro, escribe música de lujo”-. De ahí en adelante Rostropovich comenzó a dirigir las obras de Santórsola por todo el mundo.

“¡Qué hermosura, qué belleza es saber descubrir los estados anímicos propios y de nuestros semejantes! Uno de los placeres espirituales que más enternece la vida es la composición: los cuadros pictóricos, las frases musicales, las imágenes poéticas… El que está dotado de las facultades psíquicas que promueven dichas exteriorizaciones, y haya adquirido la indispensable disciplina mental, para descubrir y combinar las imágenes que percibe, experimentará la satisfacción de poder emitir el resultado de su inspiración.¡¡¡Esto es ser un compositor!!!”

“La cualidad esencial que me exijo en las facetas de director, instrumentista, pedagogo, crítico, investigador, es siempre una: dar conscientemente, los elementos de conocimiento de que están compuestas cada una de las materias susodichas, y siempre con humildad y claridad”.

“La finalidad prioritaria en mis trabajos sonoros es la autodefinición, es decir: respetar los estados anímicos o imágenes internas tal como fueron captadas, dándoles el ritmo adecuado para expresar o comunicar los rasgos fisonómicos de dichas imágenes”.

“La función que desempeña la música en la sociedad es de gran valor psíquico, según su índole rítmica. Si es avasallante, como la que oímos hoy, brutalmente fuerte, de ritmo obsesionante y enervante, repercute en el centro nervioso y en los instintos. Dicho ritmo obsesionante es el fiel reflejo del estado interno o mental del individuo que lo expresa. No debemos olvidar que lo externo es el fiel reflejo de lo interno”.

Sus últimas obras

En su casa de Francisco Vidal 722, Santórsola continuaba escribiendo para todos los instrumentos, respondiendo a los pedidos que le llegaban de todas partes. No concebía la vida sin escribir, ni enseñar.  Ya estaba prácticamente ciego, pero de todas formas escribía el día entero, auxiliado por una potente lupa, lo cual le significaba un esfuerzo titánico. Pero no se detenía, pese a las advertencias de los médicos, pues decía que aún no se había agotado su fuente de inspiración. -”Seguiré mientras tenga algo para decir”.
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Transcurría el año 1989 y Santórsola terminaba su última obra, Preludio, Aria y Finale, en su última morada de la calle Obligado. Luminosos ventanales, dos ovejeros, un amplio escritorio con mucho papel pentagramado, reglas, biromes de varios colores y su gigantesca lupa era todo lo que necesitaba.  Él sabía que ese sería su último trabajo..

Siempre rodeado de sus alumnos más queridos, Santórsola se preparaba para cerrar el libro de su vida, el que comenzó a escribir desde su más corta edad. Vive hasta el 25 de setiembre de 1994 a la edad de 89 años. Su obra completa, que consta de más de 155 obras, se encuentra en la Asociación General de Autores del Uruguay (AGADU).

Nota de la autora:
Para la redacción de este artículo se recurrió a la siguiente bibliografía:
·    “Guido Santórsola, su pasión por la guitarra”,  de la guitarrista mejicana Corazón Otero, 1a. edición de 20/1/99 Editorial Yoloti. (México).
·    ” Guido Santórsola, catálogo de sus obras : “Mis Tres Etapas Compositivas”.