Con su naturaleza física, mental y sensible, el ser humano ha ido expresando desde remotos tiempos, sus impresiones frente a la realidad que le interesaba y lo conmovía, aunque elementalmente, en forma artística. En cuanto a sus posibilidades musicales apreciamos que posee el sentido del oído para percibir los sonidos, el instinto rítmico que inspiró la realización de sus danzas y la prodigiosa capacidad de emitir con la voz, sonidos musicales. ¿Qué influencia pueden ejercer estos atributos en la naturaleza psicológica que debe perfeccionarse y evolucionar?
Tomemos en primer término el sentido rítmico, el primero en manifestarse, como lo evidencian las demostraciones de las comunidades primitivas en la actualidad. Surge con ello la construcción de los instrumentos de percusión que acompañaban sus movimientos, realizados con sencillos elementos a su alcance. Esta práctica ejerce su influencia en la naturaleza física y su preponderancia estimula desde la sensación mental a la del cuerpo, en las diversas graduaciones estéticas.
En la melodía se advierte luego injerencia de la sensibilidad. Surge así el encanto de la música, la que la hace muchas veces inolvidable por las sensaciones gratas, ya sea de placidez, alegría, animación, etc. Es la voz humana que la expresa, y los instrumentos más avanzados, los aerófonos y cordófonos, marcando un sensible adelanto en el lenguaje musical y el contacto con el mundo interno del ser.
Gradualmente, en el mundo occidental, se llegó al descubrimiento de la polifonía, basada en la combinación armónica de diferentes sonidos simultáneos y se abren así magníficas posibilidades expresivas.
La genialidad, el conocimiento y el oficio, sumados al perfeccionamiento instrumental y el adiestramiento de los intérpretes, brindaron a los creadores musicales elementos para lograr composiciones que atraen por su belleza unas veces, pero en otras nos causan más asombro que deleite interior.
En la actualidad los adelantos técnicos ponen a nuestra disposición, en cualquier momento, las múltiples variedades de música que se cultiva. Podemos decir que puede ser compañera de nuestro accionar.
En uno de sus axiomas, el autor de Logosofía advierte sobre esta circunstancia:
La música elevada enternece el alma y aquieta la mente permitiéndole inspirarse en sanas y selectas meditaciones, mientras que los sonidos bruscos y excitantes de la música común predisponen el ánimo a todas las trivialidades del mundo privando así al espíritu de esos momentos de sosiego que tanto necesita al finalizar las tareas del día .
Como toda actividad humana susceptible de evolucionar, inspira en los que la cultivan la aspiración de un más allá superior. La música, como el arte en general, no escapa a esta circunstancia y es así como se siguen buscando nuevas y extrañas sonoridades y se ensayan planteamientos estéticos para ese fin. Pero como se desconoce el contenido esencial de la vida humana, no se relaciona el hecho del florecimiento de la vida interior, librándola de las deficiencias que la oprimen, con la obra a realizar. En esa forma, entre el ser que se supera y su creación, se establecerá una correspondencia mutua que beneficiará a ambos.
En los pronunciamientos del Primer Congreso Internacional de Logosofía realizado en el año 1960 encontramos una orientación precisa para concretar nuestras mejores inspiraciones:
Cuando los que tienen la responsabilidad de orientar el pensamiento en los sectores del arte, de la técnica, de la economía, de la educación y la política se beneficien con esta disciplina renovadora y reformadora, las realizaciones del hombre experimentarán un impulso vigoroso. Serán realidad milenarias aspiraciones que no fueron alcanzadas por desconocer el potencial energético humano imprescindible para su realización.
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