Frecuentemente se escucha a padres decir:  “Quiero darle a mi hijo la libertad que yo no tuve”, “Yo soy un padre moderno”, “Hay que dejarles hacer”.

Es compartible que el docente debe tener tanto la flexibilidad para adaptarse a la modalidad en formación del alumno, como la habilidad para explicar sus conocimientos de diferentes formas, de modo que el alumno llegue a la comprensión del conocimiento transmitido. Así la escuela podrá ser un lugar donde el niño se sienta feliz y cómodo.

Pero si al niño se le permite hacer «lo que quiera», sin enseñarle, sin explicarle, puede ser que acierte o que se equivoque. ¿Eso es malo? No, no es malo. Es bueno que el niño pueda equivocarse para aprender de ello. Pero también es bueno enseñarle antes, para que cuando se encuentre viviendo una experiencia tenga elementos para resolver las dificultades, para decidir bien. ¿Por qué? Porque caerse andando en bicicleta no reporta mayores consecuencias, pero hoy en día se viven muchas situaciones más graves, situaciones a las cuales no se desea que los niños, sean éstos hijos o alumnos, se vean expuestos. Insistimos, lo importante es advertirlo con anticipación, aleccionarlo, evaluar cada situación.

En cuanto a la pérdida de roles, cabe señalar que los niños, – como se dice de forma a veces irresponsable e incluso en tono de broma -, “hacen lo que quieren”… Pero, ¿sabe el niño lo que quiere? El niño sin elementos, sin educación, sin valores, no sabe concretamente lo que quiere. Cree que quiere algo, pero aún no sabe distinguir entre el deseo y el querer, o incluso entre el verdaero querer propio y el querer ajeno que sutilmente se impone a su voluntad ya sea a través de modas, tendencias, propagandas o lo que fuere.

Esto suele ser más grave aún para el adolescente. ¿Qué quiere? No siempre lo sabe realmente. Comete muchos errores y desvíos en su conducta. Cuando el ser llega a esta etapa sin haber sido educado y preparado para las diferentes experiencias que va a vivir, no siempre pueden obviarse las consecuencias negativas que puedan producirse.

Si se le permite hacer «lo que quiere» desde pequeño, cuando crezca será más difícil contenerlo. Por eso el padre tiene que cumplir su rol de padre, enseñarle y que el niño obedezca, no ciegamente, sino porque el padre le ha enseñado y explicado antes, no le ha impuesto acciones sin fundamentos. Cuando ese niño crezca, sabrá que no es malo obedecer a su padre o madre porque seguramente ya habrá comprobado que sus consejos le fueron útiles.

Del mismo modo, el docente, cuando es responsable en su función, enseña, explica y es quien dirige la clase. No es al niño al que se le ha consentido la facultad de hacerlo. El niño debe respeto y obediencia al docente, del mismo modo que éste, con su ejemplo, debe respetar a sus alumnos.

Esto también debe enseñarse en el hogar.: El respeto al que enseña, y  acomprender que el que lo hace quiere acercarle elementos obtenidos por el conocimiento y la experiencia, para ahorrarle así futuros disgustos. Con este loable propósito tiene cada ser la oportunidad de trabajar tanto en el ámbito de su propia familia como con los alumnos, para que esos roles vuelvan a ocupar el lugar que les corresponde.