Cierta vez oí esa pregunta, que me hizo reflexionar mucho.

En otra ocasión, oí una manifestación de un jovencito de Haití que estudia en Brasil, nuestro país, respondiendo a un reportero en relación al terrible terremoto que asoló su tierra natal, quien le preguntó: “¿Usted tiene esperanza en el futuro?” y él respondió que “sí, porque tenía fe y confiaba en la fuerza de su pueblo”.

Volví entonces a pensar sobre aquel asunto.

La confianza en el futuro está condicionada a muchos factores, entre ellos, el conocimiento y el dominio de los pensamientos que gravitan en mi mente. A partir del momento en que fui comprendiendo la influencia que tienen esos agentes en mi vida y la dependencia de mi voluntad a ellos, sentí que ese conocimiento me permitiría cambiarlos y hacer que otros pasasen a dominar mi mente. Cultivar otra índole de pensamientos era el gran desiderátum.

El verdadero concepto de pensamientos, como agentes que determinan mi comportamiento y la posibilidad que tengo de hacer que pasen a servirme, es una gran prerrogativa que me hace vislumbrar la posibilidad de cambiar mi vida. El futuro es construido en el presente y mi pasado fue presente un día, y lo que vivo hoy forma parte de mi futuro.

Al adquirir condiciones de ser dueño de mis pensamientos, hacer que me sirvan y que yo pueda ser el conductor consciente de mi vida, la confianza en el futuro, en mi futuro, aumenta, porque siento que puedo manejar con mi voluntad el vehículo de mi destino. No será más un destino incierto, sino forjado con el conocimiento. Confiar entonces en el futuro, es dar un crédito a mi capacidad de realización y tener fe en mí mismo y en Dios. Hoy sé que la causa de lo que me ocurre está en los pensamientos; conociéndolos – que viven y se procrean en mi casa mental – me dan la pauta de cómo debo hacer para ser dueño de mi vida y poder ser el autor de mi existencia.

En muchos momentos y en muchas circunstancias, logro conducir mis actividades por voluntad propia y los pensamientos son eficaces auxiliares en esa tarea. En otras ocasiones, como estoy en un proceso de aprendizaje, soy llevado por ellos, me dominan, y prevalece – infelizmente – su voluntad y no la mía.

Pero en ese constante empeño de ser dueño de mis pensamientos y de vivir con los mejores y más elevados, sé que en un futuro conseguiré tal hazaña, y por ello no ceso en ese esfuerzo y busco superarme con la luz del conocimiento real trascendente.

No ser más juguete de mis pensamientos se constituye para mí en un ideal, y soy invitado en todas mis actividades del día a día (o por lo menos en muchas de ellas),  a hacer que esos entes causales sean los agentes que se sometan a mi voluntad y colaboren eficazmente para volver realidad mis aspiraciones y mis proyectos.

No quiero seguir más siendo solamente espectador, sino autor de este espectáculo que es mi vida. Y en ese empeño, estimulado por el conocimiento, realizo ensayos y experiencias que despiertan – por los resultados edificantes que se dan – la esperanza de que puedo vivir días mejores y más felices.

Estoy aprendiendo a conocer la verdad, a percibir la mentira y a prepararme para ser mi propio redentor, porque los errores que cometa o vaya a cometer, soy yo quien tiene que repararlos, corregirlos, arrostrar sus consecuencias y no esperar que otros asuman esa responsabilidad que es sólo mía.

Aprendí que el error tiene origen en la mente y es en ella, en mi mente, que debo evitarlo, para que no se concrete y me perjudique. La corrección del error en ese momento, me permite evitar sus consecuencias.

También confío en el futuro, porque estoy aprendiendo que en mí vive un espíritu que quiere participar de mi vida y en ese empeño siento que no lucho solo, sino que en esta existencia aquí en la Tierra, puedo contar con la presencia de ese ente de naturaleza divina, esa partícula de la conciencia universal, que me hace tener la sensación de lo eterno.

El conocimiento amplía la vida y el horizonte se distancia revelando un futuro promisor y seguro, al contrario de la ignorancia que limita las aspiraciones e infunde desconfianza en el porvenir.